Tras la aprobación de la acusación constitucional contra el ministro de Educación Harald Beyer, el ambiente político en el país se tensionó más de lo que estaba, instalando preocupación sobre la capacidad de construir acuerdos a lo largo del presente año electoral. Más allá de algunas declaraciones que explícitamente han señalado que las confianzas entre oposición y gobierno están dañadas y que en ese ambiente resultará complejo forjar consensos, lo cierto es que el ciclo electoral ya permitía anticipar una relación más difícil entre las partes.
De hecho, desde antes de estos últimos episodios que han derivado en un mayor distanciamiento, desde La Moneda ya se advertía un escenario menos propicio para los avances legislativos, lo que iba a obligar a concentrar esfuerzos en los temas más urgentes y de mayor impacto.
Con el correr de los días, el afán de diferenciarse ante el electorado y una ciudadanía movilizada y con la vista fija sobre el mundo político han conformado un ambiente aun menos propicio para los acuerdos. Sobre todo ahora que han comenzado a darse a conocer propuestas de gobierno por parte de los distintos candidatos que revelan visiones muy distantes sobre lo que es mejor para el país.
Entendiendo que las dinámicas políticas tienen estos ciclos, quienes lideran un país, los partidos políticos, los legisladores, quienes hacen decisiones desde el aparato Ejecutivo, etcétera, deben cuidar los equilibrios y no olvidar que es de la esencia del proceso democrático la búsqueda de acuerdos, tanto porque los países no pueden estancarse, como porque esa es la mejor forma de diseñar las políticas adecuadas.