No hay dos opiniones respecto de la magnitud del desafío energético que enfrenta el país. Se trata de un reto que no sólo es de enormes dimensiones, sino que es inmediato e inminente.
Inmediato e inminente, porque es ahora cuando Chile registra un importante desajuste de tarifas en relación a otras economías del mundo y la región, como Brasil, Perú, Colombia y Argentina, con quienes compite como destino de las inversiones y como exportador. Se trata de un tema que no es menor, porque como es bien sabido las empresas locales han tenido que desenvolverse por meses en un entorno cambiario que, aun tras la intervención del Banco Central, sigue siendo estresante para sus márgenes, lo que las deja en una situación de desventaja relativa.
Y es un reto de enormes dimensiones, porque Chile necesita un promedio de 600 MWh anuales por los próximos diez años, siendo esencial que su producción sea amigable con el ambiente, dados los cada vez más exigentes estándares de huella de carbono, y requiriéndose que esos nuevos MWh, como ya se dijo para la capacidad instalada, ingrese al sistema a precios competitivos.
La lista de otras situaciones que ratifican la magnitud del desafío energético es extensa, pero con los elementos mencionados ya basta para hacerse una idea. En torno a ese diagnóstico, como se dijo, no hay dos opiniones, como también quedó claro durante el proceso de discusión que dio forma al Ministerio de Energía. Esta es una cartera que comenzó a operar en febrero de 2010 al alero de la Ley 20.402, aprobada en noviembre del año anterior, ya que el país y los legisladores estimaron que se requería de una institucionalidad que se hiciera cargo de forma permanente y dedicada del tema.
Hoy nuevamente el tema energético está siendo seguido por un personero que tiene a su haber otras responsabilidades. Más allá de que hace ruido institucional que un país que decidió crear expresamente un ministerio aparte para Energía tenga ahora un ministro que comparte responsabilidades con otra cartera, la expectativa en que la prioridad que le ha dado el gobierno al tema energía no pierda fuerza.
La situación hidrológica, la tendencia al alza que han mostrado los combustibles y los efectos de un dólar marginalmente más alto tras la intervención para un país altamente dependiente en materia de energía no hacen sino ratificar que la tarea que espera al ministro de Energía es muy desafiante. Se suman a ello otras variables de orden ambiental y sensibilidad política, todo lo cual hace pensar que el reto es de altísima complejidad para el biministro.
Inmediato e inminente, porque es ahora cuando Chile registra un importante desajuste de tarifas en relación a otras economías del mundo y la región, como Brasil, Perú, Colombia y Argentina, con quienes compite como destino de las inversiones y como exportador. Se trata de un tema que no es menor, porque como es bien sabido las empresas locales han tenido que desenvolverse por meses en un entorno cambiario que, aun tras la intervención del Banco Central, sigue siendo estresante para sus márgenes, lo que las deja en una situación de desventaja relativa.
Y es un reto de enormes dimensiones, porque Chile necesita un promedio de 600 MWh anuales por los próximos diez años, siendo esencial que su producción sea amigable con el ambiente, dados los cada vez más exigentes estándares de huella de carbono, y requiriéndose que esos nuevos MWh, como ya se dijo para la capacidad instalada, ingrese al sistema a precios competitivos.
La lista de otras situaciones que ratifican la magnitud del desafío energético es extensa, pero con los elementos mencionados ya basta para hacerse una idea. En torno a ese diagnóstico, como se dijo, no hay dos opiniones, como también quedó claro durante el proceso de discusión que dio forma al Ministerio de Energía. Esta es una cartera que comenzó a operar en febrero de 2010 al alero de la Ley 20.402, aprobada en noviembre del año anterior, ya que el país y los legisladores estimaron que se requería de una institucionalidad que se hiciera cargo de forma permanente y dedicada del tema.
Hoy nuevamente el tema energético está siendo seguido por un personero que tiene a su haber otras responsabilidades. Más allá de que hace ruido institucional que un país que decidió crear expresamente un ministerio aparte para Energía tenga ahora un ministro que comparte responsabilidades con otra cartera, la expectativa en que la prioridad que le ha dado el gobierno al tema energía no pierda fuerza.
La situación hidrológica, la tendencia al alza que han mostrado los combustibles y los efectos de un dólar marginalmente más alto tras la intervención para un país altamente dependiente en materia de energía no hacen sino ratificar que la tarea que espera al ministro de Energía es muy desafiante. Se suman a ello otras variables de orden ambiental y sensibilidad política, todo lo cual hace pensar que el reto es de altísima complejidad para el biministro.