DF Conexión Asia | El ascenso de China se está revirtiendo
Ruchir Sharma© 2023 The Financial Times Ltd.
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Ruchir Sharma© 2023 The Financial Times Ltd.
En lo que resulta ser un giro histórico, el ascenso de China como superpotencia económica se está revirtiendo. La mayor historia mundial del último medio siglo puede haber terminado.
Tras estancarse bajo el mandato de Mao Zedong en las décadas de 1960 y 1970, China se abrió al mundo en la década de 1980, y despegó en las décadas siguientes. Su participación en la economía mundial se multiplicó casi por diez, pasando de menos del 2% en 1990 al 18.4% en 2021. Ninguna nación había ascendido tanto, tan rápidamente.
Entonces comenzó el retroceso. En 2022, la participación de China en la economía mundial se redujo un poco. Este año se reducirá de forma más significativa, hasta el 17%. Esa caída del 1.4% en dos años es la mayor desde la década de 1960.
“En los dos últimos años se ha producido la mayor caída de la participación nacional china en el PIB mundial desde la era de Mao, y a pesar de lo que haga Xi, es probable que siga disminuyendo en un futuro próximo”.
Estas cifras se expresan en dólares “nominales” —sin ajustar a la inflación—, que es la medida que mejor refleja la fortaleza económica relativa de un país. China aspira a recuperar el estatus imperial que tuvo desde el siglo XVI hasta principios del XIX, cuando su participación en la producción económica mundial alcanzó un máximo de un tercio, pero ese objetivo puede estar quedando fuera de su alcance.
El declive de China podría reordenar el mundo. Desde la década de 1990, la participación del país en el producto interno bruto (PIB) mundial creció principalmente a expensas de Europa y Japón, cuyas participaciones se han mantenido más o menos estables en los dos últimos años. El vacío dejado por China ha sido ocupado principalmente por Estados Unidos y por otras naciones emergentes.
Para ponerlo en perspectiva, se espera que la economía mundial crezca en US$ 8 billones en 2022 y 2023, hasta alcanzar los US$ 105 billones. China no representará ninguna parte de esa ganancia, mientras que EEUU representará el 45% y otras naciones emergentes el 50%. La mitad de la ganancia de las naciones emergentes provendrán de sólo cinco de estos países: India, Indonesia, México, Brasil y Polonia. Es una señal clara de los posibles cambios de poder que se avecinan.
Además, el descenso de la participación de China en el PIB mundial en términos nominales no se basa en fuentes independientes o extranjeras. Las cifras nominales se publican como parte de los datos oficiales del PIB, de modo que el auge de China se está revirtiendo según datos de Beijing.
Una de las razones por las que esto ha pasado desapercibido es que la mayoría de los analistas se enfocan en el crecimiento del PIB real, que está ajustado a la inflación. Y ajustando creativamente a la inflación, Beijing ha logrado durante mucho tiempo reportar que el crecimiento real se acerca constantemente a su objetivo oficial, actualmente en torno al 5%. Esto a su vez parece confirmar, cada trimestre, la historia oficial de que “el oriente está en auge”. Pero la tasa de crecimiento potencial real a largo plazo de China —la suma de los nuevos trabajadores que se incorporan a la fuerza laboral y la producción por trabajador— es ahora más bien del 2.5%.
El actual “baby bust”, o súbita caída de la tasa de nacimientos, en China ya ha reducido su porcentaje de la población mundial en edad laboral de un máximo del 24 por ciento al 19 por ciento, y se espera que descienda al 10 por ciento en los próximos 35 años. Con una cuota cada vez menor de trabajadores en el mundo, es casi seguro que la cuota de crecimiento será menor.
Además, en la última década, el gobierno chino se ha vuelto más intervencionista y su deuda es históricamente alta para un país en vías de desarrollo. Estas fuerzas están frenando el crecimiento de la productividad, medida como producción por trabajador. Esta combinación —menos trabajadores y crecimiento anémico de la producción por trabajador— dificultará en extremo que China empiece a recuperar participación en la economía mundial.
En términos nominales en dólares, el PIB de China va camino de disminuir en 2023, por primera vez desde una gran devaluación del renminbi en 1994. Dadas las limitaciones al crecimiento del PIB real, en los próximos años Beijing sólo podrá recuperar participación mundial con un repunte de la inflación o del valor del renminbi, pero ninguna de las dos cosas es probable. China es una de las pocas economías que sufren deflación, y también se enfrenta a un estallido de la burbuja inmobiliaria alimentado por la deuda, que suele conducir a una devaluación de la moneda local.
Los inversionistas están sacando dinero de China a un ritmo récord, lo cual aumenta la presión sobre el renminbi. Los extranjeros redujeron la inversión en fábricas y otros proyectos chinos en US$ 12 mil millones en el tercer trimestre, la primera caída de este tipo desde que se comenzó a registrar. La población local, que suele huir de los mercados en crisis antes que los extranjeros, también se está marchando. Los inversionistas chinos están realizando inversiones en el extranjero a un ritmo inusualmente rápido y rondando por el mundo en busca de oportunidades inmobiliarias.
El presidente de China, Xi Jinping, ha expresado en el pasado su absoluta confianza en que la historia está cambiando a favor de su país y que nada puede detener su ascenso. Sus reuniones con Joe Biden y los altos ejecutivos estadounidenses en la cumbre celebrada la semana pasada en San Francisco dejaron entrever una moderación o, al menos, el reconocimiento de que China sigue necesitando socios comerciales extranjeros. Pero a pesar de lo que haga Xi, es probable que la participación de su país en la economía mundial disminuya en un futuro próximo.
Ahora ya estamos viviendo en un mundo post-China.