El PIB de 2024 creció 2,6%, superando levemente la estimación preliminar de 2,5%. Además, el Banco Central revisó al alza los datos de los años previos. Sin embargo, en distintas conversaciones y ámbitos se mantiene la percepción de que la economía sigue estancada. Aunque el crecimiento de los últimos años ha promediado una magnitud similar a la tendencia observada desde 2013 -insuficiente para satisfacer las demandas de la sociedad-, continúa estando lejos de un verdadero estancamiento. ¿Cómo se explica esta aparente contradicción?
Los últimos datos de Cuentas Nacionales del Banco Central nos ofrecen algunas señales que podrían ayudar a entenderlo. Si descomponemos la contribución al crecimiento de 2024, observamos que cuatro sectores que representan un cuarto del PIB aportaron casi la mitad del crecimiento total. Me refiero al agropecuario-silvícola, minería y transporte -todos impulsados por el dinamismo de las exportaciones de frutas (uva y cerezas)-, celulosa y productos mineros. A ellos se suma el sector de electricidad, gas y agua, cuyo incremento se explicó por una mayor generación eléctrica, a partir de insumos más baratos -más generación hidroeléctrica y renovable, en lugar de fósiles-. No obstante, estos sectores en conjunto representan solo el 17% del empleo nacional, lo que ayuda a explicar por qué la percepción de mejora en la economía no es generalizada.
En contraste, cinco sectores que constituyen algo más del 20% del PIB registraron bajas, contribuyendo negativamente al crecimiento. Entre ellos están pesca, telecomunicaciones, servicios financieros, servicios empresariales y construcción. Dentro de esta última, la edificación de viviendas privadas habría caído, según datos de la Cámara Chilena de la Construcción, cerca de 8%, impacto que fue parcialmente compensado por la inversión en vivienda e infraestructura pública. En este sentido, es positivo el proyecto en discusión en el Congreso que busca mejorar el acceso y las condiciones de financiamiento para la adquisición de viviendas nuevas.
Lo anterior refleja las profundas heterogeneidades en el desempeño de los distintos sectores. Mientras algunas actividades ligadas a la demanda externa mostraron un buen desempeño, muchos sectores vinculados a la demanda interna se contrajeron. Otra forma de ilustrarlo es por el desempeño del consumo privado como porcentaje del PIB, que tras los retiros de fondos previsionales y las masivas transferencias fiscales alcanzó niveles de preocupación, pero que hoy se ubica en rangos incluso menores al inicio de la pandemia (58% del PIB en 2024, comparado con 62% en los años previos a la crisis sanitaria).
¿Y qué esperar para 2025? Los grandes desbalances macroeconómicos generados tras la pandemia ya han sido corregidos y la inversión en grandes proyectos, tanto mineros como energéticos, sigue en aumento. Además, aunque la TPM todavía no ha alcanzado su nivel neutral, las tasas de interés reales son más bajas que en años previos, lo que debiese favorecer la recuperación del crédito. En este contexto, se espera un crecimiento similar al de 2024, en torno al 2,5%. Sin embargo, a diferencia del año pasado, en 2025 la demanda interna volvería a ser el motor del crecimiento, lo que permitirá un desempeño más equilibrado entre los distintos sectores de la economía.