Cuando de educación se trata, siempre tendemos a mirar la mitad vacía del vaso.
Los puntos débiles del sistema todos los tenemos clarísimos. Desde la Revolución Pingüina de 2006, estos temas ya no son desconocidos para casi nadie. Pero a veces, este espiral de pesimismo, hace que nos olvidemos de ver la otra mitad: lo que funciona, lo que se está haciendo bien, y las mejoras que se han logrado. En concreto, hay una serie de modelos aplicados por diferentes colegios que están dando frutos, y que son notables.
A través de Chile Lee Más, nos ha tocado conocer de cerca uno impresionante. Se trata de un establecimiento particular subvencionado ubicado en el corazón de La Pintana. El requisito primordial para obtener un cupo en él es acreditar que se es muy pobre. Es decir, el colegio trabaja específicamente con esos niños que, de no mediar esta oportunidad, no podrían acceder a buenas oportunidades de educación. Cuenta con grandes profesores, programas exigentes e instalaciones de muy buena calidad, pero creo que hay un ingrediente que lo diferencia de otros establecimientos semejantes: el trabajo con las familias. Cuando los padres matriculan a su respectivo hijo, se les exige un compromiso profundo de trabajar a la par que el colegio en la educación de los niños.
Y creo que aquí radica, precisamente, la clave del éxito. Ese papá y esa mamá toman conciencia de que juegan un papel insustituible, que ningún colegio, por muy bueno que sea, es capaz de suplir. Lo que los niños aprenden en el colegio, se ve reforzado en la casa. A los padres se les ofrecen múltiples herramientas para ayudarlos en esta labor, pero en ningún caso se los exime de ella. La consecuencia: hijos mejor educados y padres mejor formados para estar a la altura de las exigencias que su papel les impone. En definitiva, el colegio produce un impacto no solo a nivel del alumnado, sino que también en las familias y en el sector.
En la discusión sobre la educación, el rol de los padres, además de su derecho a elegir el establecimiento donde quieren que estudien sus hijos, no se incorpora al debate. Viendo los resultados de esta experiencia, sería muy interesante tomarlo en consideración.