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TPP: una oportunidad del siglo XXI

Kathleen Barclay

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Kathleen Barclay

El proceso de negociaciones del Trans-Pacific Partnership (TPP) está recibiendo un renovado impulso, lo que estimamos es una buena noticia. La segunda semana de diciembre, se realizó en Washington DC una importante reunión de los jefes negociadores con sus respectivos equipos. Esta instancia adquirió especial fuerza después de la declaración conjunta que los presidentes de los 12 países negociadores firmaron en China en noviembre pasado con motivo de la reunión de APEC. En dicha declaración instruyen a sus ministros y negociadores para que concentren sus esfuerzos en la pronta conclusión del acuerdo.

Actualmente, el comercio entre los 12 países negociadores representa cerca de un tercio del comercio de bienes y servicios a nivel mundial. El Asia-Pacífico es y se proyecta como una fuente fundamental de crecimiento, pues es responsable de cerca de 60% del PIB mundial y, 50% del comercio internacional. De ahí la relevancia comercial de este acuerdo.

Suscribir el TPP es consistente con el liderazgo que Chile ha mostrado en su proceso de integración con el mundo, lo que lo ha llevado a tener el récord de 24 tratados de libre comercio vigentes con 56 naciones. Por lo mismo, es difícil pensar que Chile no estuviera sentado en esta mesa. En este sentido no es lo mismo participar desde un comienzo de un proceso de negociación y, por tanto, en la redacción del contenido del texto, a verse obligado a adherir a las reglas que otros negociaron sin obtener ningún tipo de concesiones o compensaciones.

Si bien Chile ya cuenta con tratados de libre comercio vigentes con los países que están negociando el TPP, es importante mencionar que existen beneficios adicionales al suscribir este pacto plurilateral. Este acuerdo permitirá que las reglas de origen sean acumulativas, considerando como propios de un país aquellos materiales provenientes de otro. Por ejemplo, Chile podrá importar hilados de algodón desde Perú para confeccionar prendas y ser exportadas a otros países TPP, cumpliendo la regla de origen. Este mecanismo de integración motivará a los empresarios chilenos a formar encadenamientos estratégicos para obtener productos más competitivos y de mayor valor agregado. Adicionalmente, el TPP ha incorporado aspectos no abordados por otros acuerdos y que darán dinamismo económico en ciertas áreas sin perder de vista intereses no comerciales relevantes para el desarrollo de los países. Algunas de éstas son: comercio electrónico; responsabilidad social empresarial; pequeñas y medianas empresas; reglas sobre competitividad entre el sector privado y las empresas del Estado; telecomunicaciones; compromisos sobre desarrollo que abarcan aspectos tales como empoderamiento de la mujeres en la economía, promoción de la innovación, rol e importancia de la educación; coherencia regulatoria; y protección ambiental y laboral.

Asimismo, es muy relevante que Japón sea parte de este acuerdo, pues presenta interesantes oportunidades para Chile. Si bien ambos países firmaron un acuerdo de libre comercio en 2007, muchos productos quedaron excluidos y otros cuentan con cuotas que se cumplen rápidamente. Por ello, a través del TPP, Chile podría mejorar el acceso a este mercado asiático de productos donde cuenta con ventajas competitivas. Adicionalmente, la reciente reelección del Primer Ministro, Shinzo Abe, podría darle una renovada fuerza a las políticas económicas liberalizadoras, lo que contribuiría con llevar a buen término este acuerdo.

Uno de los temas centrales de la gestión de AmCham durante 2015 será apoyar y difundir los beneficios relacionados con la pronta suscripción y aprobación legislativa del TPP. Estamos convencidos que la decisión de los presidentes y sus respectivos ministros de avanzar y llegar a un pronto término de las negociaciones es un paso fundamental para tener normas y procedimientos propios de una sociedad globalizada del siglo XXI. De este modo, AmCham busca aportar en la construcción de bases sustentables que incentiven la innovación, el emprendimiento, la competitividad y, en definitiva, el desarrollo económico, lo cual es la base para la creación de fuentes de trabajo y, por ende, que los beneficios del crecimiento alcancen a toda la ciudadanía.

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