Columnistas

DF Tax | ¿Se sobregiró el pacto fiscal?

Ignacio Gepp, socio de Puente Sur

Por: Ignacio Gepp | Publicado: Jueves 14 de julio de 2022 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Ignacio Gepp

Una de las promesas de campaña de la actual administración es generar un nuevo pacto fiscal, un acuerdo sociopolítico que legitime el papel del Estado y su alcance.

Es en ese contexto que el Presidente de la República señaló que la reforma tributaria “no será en contra de nadie, sino en favor de Chile”, y citando a la siempre predicadora OECD, nos evidencia cómo a nivel de recaudación Chile le pide mucho al empobrecedor IVA y a las malvadas empresas, y poco a las personas.

“Es legítimo plantear un aumento de la tributación de las personas, pero hacerlo sólo afectando a un selecto grupo de contribuyentes, o sin reducir los excesivos ocho tramos de impuestos a la renta que tenemos hoy, es como construir una casa sin ponerle techo”.

Este kumbayá presidencial se puede tornar incómodo cuando con entusiasmo, sino alegría, se pone tanto esfuerzo en señalar que, en un país donde sólo 1 de cada 4 paga Impuesto a la Renta, la reforma golpeará sólo al 3% de los contribuyentes.

El mensaje de unión también sufre cuando se advierte que tienen identificadas a las 6.300 personas que tendrán que soportar el impuesto al patrimonio o su gemelo malvado, el 5% de impuesto de salida por querer arrancar del país, algo así como “el que baila pasa” pero fronterizo. El gobierno es tan creativo que hasta le agrego una nueva estrofa a la conocida canción de Los Prisioneros.

Otra sufrida es la bandera de la justicia y la igualdad, que ve como en su nombre se desintegra en beneficio de todos pero no para todos:

  • Se respeta un sistema integrado para inversionistas de países con los que Chile tiene vigente un convenio para evitar la doble tributación;
  • Se otorgan privilegios para personas con tasas efectivas bajo el 22%;
  • Se impone un sistema desintegrado para inversionistas de países como Alemania;
  • Se concede un sistema integrado para las Pymes;
  • Se mantiene un sistema integrado transitorio para los inversionistas de EE.UU.; y,
  • Sobrevive un sistema que cuál héroe de Marvel tiene la capacidad de ser transparente.

Siendo justos, desintegrar no es algo perverso, pero tanta categoría utilizando el recetario de Bachelet, que siguió cocinando Piñera y es servida como cazuela por Boric, puede ser confuso. A los señores contadores: todo mi respeto.

Otro foco de dudas y volteretas mentales ocurre en cuanto al combate a la elusión, donde según el Mensaje Presidencial para aplicar la norma general será el SII quien demostrará que ha existido una conducta reprochable. Con todo, no se explicita si ocurrirá lo mismo si el SII utiliza una innovación normativa que le permite sentenciar que una venta de acciones en realidad debió ser una venta de activos y cobrar más impuestos, quizás descansando en que serán los Tribunales Tributarios quienes lo resolverán con ecuanimidad exigiendo de ambas partes lo mismo. ¿No será mejor ser igualmente explícitos?

Y para qué hablar del levantamiento del secreto bancario, donde hoy es el SII quien debe explicar a un tribunal por qué necesita acceder a la información, mientras que mañana será el contribuyente quien deberá iniciar una acción explicando al mismo tribunal por qué quiere ejercer su derecho a la privacidad respecto a dicha información ¿Para qué molestarse en mantener el secreto bancario en primer lugar?

Como ocurre antes de una dura negociación política, el proyecto de reforma tributaria no es necesariamente una mesa de Té Club que invita a legitimar un sistema armónico. Esto, probablemente no por culpa de los técnicos del Ministerio de Hacienda, sino por esa necesidad de tener insumos para hacer política.

Sin duda es legítimo plantear un aumento de la tributación de las personas, pero hacerlo sólo afectando a un selecto grupo de contribuyentes, o hacerlo sin reducir los excesivos ocho tramos de impuestos a la renta que tenemos hoy, es como construir una casa sin ponerle techo. Algunos dirán que hacer una reforma estructural a los impuestos personales es incendiar el país, pero si no es cuándo hablamos de un gran pacto, ¿entonces cuándo?

También está la coherencia con el momento. Con una moneda devaluada en más de un 36%, una inflación del 12,5%, y un índice real de remuneraciones que ha disminuido en un 1,8%, vale la pena preguntarse: ¿qué sentido tiene imponer un tributo con tasa del 1,8% sobre utilidades no distribuidas al estar invertidas, o endurecer las condiciones de endeudamiento externo que permiten traer divisas a Chile? Poco, si consideramos que Chile es un país que se caracteriza por importar capital en lugar de exportarlo como un emirato.

Hay bastante que destacar de la reforma tributaria, tal como el “incentivo” a la productividad, considerar los gastos de arriendo como una deducción para la clase media o reforzar la norma sobre precios de transferencia, pero de los técnicos en Teatinos 120 podemos esperar más. Tener un pacto fiscal y no otra reforma parche es un anhelo compartido, y la base de ese anhelo es la coherencia con un modelo fiscal en el que todos podamos vivir sin la urgencia de cambiarlo tan pronto llegue un nuevo gobierno.

Lo más leído