Salmonicultura: un punto de partida
Pablo Badenier Ex Ministro del Medio Ambiente
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Pablo Badenier
Ante un programa de gobierno inespecífico en materias de acuicultura, resulta interesante el punto de partida que busca la propia industria a través del estudio solicitado a los académicos Hugo Silva y Raimundo Soto de la Pontificia Universidad Católica, recogido en este diario. Si bien no existe mayor pronunciamiento del Gobierno para el desarrollo y regulación de la industria de la salmonicultura, es indudable la necesidad de mejorar su marco de regulación y promoción.
Todos los sectores productivos que basan su actividad en la extracción o explotación de recursos naturales se verán fuertemente tensionados y deberán sortear con éxito la ecuación que les permita, como señala el estudio, “armonizar el crecimiento productivo con el control de externalidades ambientales y condicionar el primero a un buen desempeño en el segundo”.
“Destaca la necesidad imperiosa de contar con una política nacional de desarrollo de la salmonicultura, como lo han comenzado a desarrollar otros sectores productivos basados en recursos naturales”.
Los riesgos de la industria de salmones son tantos como los desafíos, y como país no debemos perder más tiempo antes de abordarlos. Los impresionantes indicadores del sector lo consolidan como el segundo exportador, con un creciente impacto en las economías locales de las regiones que lo albergan. Por lo mismo, es ineludible objetivizar las externalidades negativas de la industria sobre el medio ambiente para resolverlas: la contaminación del fondo marino, la capacidad de carga y los lugares de emplazamiento, entre las más mencionadas en materia ambiental.
El estudio analiza las regulaciones más significativas, como el otorgamiento de concesiones, las condiciones ambientales para su mantención y los requisitos de ingreso al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental. Si bien el énfasis ha estado en las densidades, siembra y consumo de antibióticos para minimizar las pérdidas y no aumentar la producción, es importante reconocer la discusión pública sobre la compatibilidad de las concesiones de acuicultura con las distintas categorías de áreas protegidas en nuestro país. La esperada legislación que da forma al servicio de biodiversidad y áreas protegidas puede transformarse en una oportunidad para proveer parámetros que condicionen el uso y/o den certeza de su incompatibilidad.
La industria chilena enfrenta desafíos similares a los de sus competidores internacionales (Noruega, Escocia y Canadá), pero se abordan de una manera distinta. El Gobierno de Noruega, por ejemplo, ha sido activo en diseñar y ejecutar una estrategia para agregar valor, protección y promoción a la salmonicultura, e incorpora a representantes de la industria, académicos y comunidad para asesorar al regulador y financiar la investigación necesaria, proceso e instrumento que se ven lejanos para el caso chileno.
Es por lo anterior que las conclusiones del estudio no deben ser desatendidas. Entre estas destaca la necesidad imperiosa de contar con una política nacional de desarrollo de la salmonicultura, como lo han comenzado a desarrollar otros sectores productivos basados en recursos naturales. Es una oportunidad para mayores niveles de acuerdo, sostener una discusión que contraste posiciones distintas y que promueva una incorporación activa de decisiones basadas en la ciencia, con un fuerte énfasis en el resguardo del medio ambiente y el desarrollo local.