Tecnología y libre comercio
Rodrigo León Socio, SILVA
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Rodrigo León
Chile es reconocido por ser uno de los países que más ha logrado acuerdos de libre comercio, se cuentan alrededor de 30 con más de 60 países, lo que debería aumentar con la eventual ratificación del acuerdo CTPP que reúne a 11 países más cuya adhesión es fuertemente cuestionada por algunos parlamentarios llamados a ratificarlo.
Chile debería seguir esta tendencia y es probable que nuestra Cancillería ya está analizando las posibilidades de ingresar al reciente tratado RCEP o Asociación Económica Integral Regional. Este tratado incluye a 14 naciones y es el primer tratado de libre comercio que une a Corea del Sur, Japón y China, las tres economías más relevantes del Asia Pacífico. Todos estos convenios internacionales se han caracterizado por buscar la liberalización del comercio, pero han incluido también otras materias. Por ejemplo, el ya antiguo Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos del 2003 incluye temas como la protección del empleo, el medio ambiente y la propiedad intelectual, entre otras. Tanto el tratado con Estados Unidos como el mencionado CTPP contienen extensos capítulos sobre propiedad intelectual.
Podemos citar otro llamativo ejemplo, la nueva versión que los europeos nos están tratando de imponer del Acuerdo de complementación económica con la UE. Se nos obliga a pasar de un texto sobre propiedad intelectual que hoy no pasa de unas cuantas páginas a un texto de más de 30, en que se nos impone adherir a una serie de tratados sin que esté claro las ventajas económicas que vamos a recibir a cambio. A saber, cambiando normas sobre marcas comerciales –adhiriendo al Protocolo de Madrid– o fortaleciendo enormemente las denominaciones de origen e indicaciones geográficas europeas. En el caso chileno en temas de propiedad intelectual no se protege nada relevante, no hay menciones a los conocimientos tradicionales o protección de la biodiversidad nacional, que podríamos calificar como de importancia equivalente a la que dan los europeos a sus denominaciones e indicaciones. Pero más allá de todo esto sí resulta importante recalcar que todos estos tratados omiten regular, por lo menos detalladamente, una materia cada día más esencial, la cooperación tecnológica. Hoy con la pandemia del coronavirus podemos ver ejemplos reales. Dinamarca y Austria, cansados de la lentitud en materia de vacunas de la UE, quieren llegar a acuerdo sobre producción de tecnología y vacunación con Israel. Así irán surgiendo muchos más ejemplos.
El comercio internacional hoy no se caracteriza solamente por la liberación arancelaria sino, precisamente, por la integración tecnológica entre países. En esto Chile tiene mucho que decir, y sería bueno que nuestras autoridades empiezan a tomar en serio la transferencia y cooperación internacional tecnológica e incluir su regulación en todos los futuros acuerdos de libre comercio. La tecnología es y será un elemento clave para Chile en el comercio internacional.