DF Tax | Reforma tributaria: cuidado con la gallina de los huevos de oro
Oscar Ferrari, socio de Garrigues.
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Oscar Ferrari
Finalmente, y tal como lo había anunciado el Presidente Gabriel Boric en su programa de Gobierno y en su reciente cuenta pública, esta semana se envió al Congreso Nacional la propuesta de reforma tributaria con la que el Ejecutivo pretende generar los recursos que le permitan cumplir con las transformaciones prometidas en su programa de Gobierno.
Según lo indicado por el ministro de Hacienda Mario Marcel, el proyecto de reforma tributaria busca recaudar alrededor de un 4% del PIB, de los cuales una parte importante provendrá de un nuevo royalty “híbrido” a la minería y de las personas de mayores ingresos. Esto último, principalmente por la vía de aumentar la progresividad de los tramos y tasas del impuesto global complementario y de segunda categoría y del nuevo impuesto a la riqueza.
“Es de esperar que en la discusión que se dé en el Congreso, se equilibren adecuadamente las necesidades de una mayor recaudación con la preocupación por recuperar y elevar el ahorro y la inversión”.
Lo anterior es consistente con lo anunciado por el Presidente Boric en la cuenta pública, donde señaló que: “Nuestra reforma tributaria atacará las bases de la desigualdad, gravando los altos ingresos y patrimonios, las rentas mineras y los resquicios legales para financiar el cumplimiento de derechos sociales en salud, pensiones y cuidados”.
Parece aventurado pretender asignar una suerte de responsabilidad a las personas de altos ingresos y patrimonios por las desigualdades existentes en nuestro país. Eso suena muy parecido a la polémica metáfora empleada por un exministro de Hacienda, cuando señaló que, para emparejar la cancha entre la educación privada y la educación pública, había que “bajar de los patines a la educación privada”.
No cabe duda de que un sistema tributario justo es aquel donde quienes más tienen se encuentran en la posición de contribuir proporcionalmente más y que, en ese sentido, nuestro sistema tributario tiene espacios para avanzar más en progresividad, logrando con ello una mayor incidencia de los impuestos directos (renta) sobre los impuestos más regresivos como el IVA y demás impuestos indirectos, los que actualmente representan casi un 55% de la carga tributaria en Chile. Pero tampoco es justo un sistema tributario con impuestos desproporcionados o derechamente confiscatorios (por ejemplo, en comparación con lo que se cobre o no cobre en otros países).
En este sentido, si bien la sabiduría popular dice que “para hacer tortillas hay que romper huevos”, también recomienda tener mucho cuidado para no terminar matando a la gallina de los huevos de oro. Esto, porque los principios económicos son conocidos, pero vale la pena recordarlos en la actual coyuntura: sin ahorro (patrimonio) no hay inversión; sin inversión no hay crecimiento sostenible y generación de puestos de trabajo; y, finalmente, sin ingresos o rentas que gravar no hay cómo llenar las arcas fiscales. No hay que ser ingeniero ni matemático para saber que cualquier número (tasa de impuesto) multiplicado por cero, es cero.
Esto mismo aplica para el impuesto a la riqueza. Si se diseña mal o resulta excesivo, este impuesto terminará recaudando poco y nada, pues no quedarán muchas personas viviendo en Chile a quienes cobrárselo.
Por eso, es de esperar que en la discusión que se dé en el Congreso, se equilibren adecuadamente las necesidades de una mayor recaudación con la preocupación por recuperar y elevar el ahorro y la inversión. Hasta el momento, las pocas medidas que contempla el proyecto de ley en esta línea parecen del todo insuficientes, castigándose incluso las inversiones en inmuebles y en el mercado de capitales (por considerarse como actividades pasivas), los gastos en I+D (salvo que se haga con proveedores locales) e, indirectamente, la inversión en activos fijos (a través de la limitación al uso de las pérdidas tributarias que, por ejemplo, se generan con motivo de la depreciación instantánea o acelerada de los activos fijos).
La clave es que esta nueva reforma sea analizada con plena conciencia de los efectos que podría generar en la economía, buscando darle sustentabilidad y viabilidad de largo plazo a la mayor recaudación fiscal que se busca obtener. Es la única manera para que la gallina siga poniendo sus huevos.