Esta no es una sugerencia cliché más
Rafael Rodríguez Presidente Seminarium Penrhyn International
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Rafael Rodríguez
Muchos extranjeros se sorprenden de ver cómo Chile, habiendo desechado soluciones de corte socialista para resolver temas económicos fundamentales, abrazando el mercado como mecanismo fundamental de asignación de recursos y habiendo pagado los duros costos de dicha transformación (un recuerdo de lo difícil de esta transformación se vive allende la cordillera); después de años de desempeño estelar volvió atrás con un gobierno que llegaba con banderas y propuestas de corte socialista, con consignas de desconfianza hacia el mercado, estigmatización de la generación de ganancias y demonización del lucro.
Esta vuelta, que si bien no permitió reelegir a un gobierno que validara dichas tesis, pero está presente mayoritariamente en el Congreso y pienso que también en la mente de los chilenos, ¿es enteramente responsabilidad de mentes capaces de manipular magistralmente las de otros? O por el contrario, ¿son los chilenos estúpidos de solemnidad? o ¿hay otras razones que han complotado para renegar del modelo de desarrollo que siguió Chile por 40 años? Me inclino a pensar que los chilenos no somos estúpidos, por tanto hay que encontrar otras razones que permitan explicar la razón de la aparente sinrazón señalada.
La respuesta es el comportamiento mezquino, poco centrado en el cliente que han podido realizar algunas empresas que gozan una posición envidiable, la posibilidad de cobrar una cuenta, un precio o una renta gracias a esa posición bien ganada pero eventualmente abusadora. Me ha tocado sufrirlos y también estar con muchas personas que piensan que ciertas compañías abusan haciendo cobros que no corresponden, dificultando el reclamo de dichos abusos, poniendo condiciones ventajeras en contratos a sabiendas que muchos usuarios no las analizan en detalle o simplemente no cumpliendo con lo que prometieron.
El peor fuego es el que proviene de los amigos. Este tipo de comportamiento genera una utilidad a quien lo ejecuta o le evita un costo, pero la suma de los mismos provoca un daño enorme al modelo económico, porque el ganador se asocia al poder, a los que son más favorecidos en la sociedad y perjudica a los menos favorecidos. Esta situación produce rabia y como los que se sienten menos favorecidos son más, se expresa en las elecciones y en los apoyos a programas que prometen combatir al demonio ávido que se desata a través de la empresa privada y de apoyar la necesidad de que el Estado lo controle y regule.
Un estudioso podría decir que el mercado debiera encargarse, vía la competencia, de regular castigando a los malos actores; pero Chile es un mercado chico, con pocos competidores y estos cambios si bien se producen, son más lentos y entremedio se eligen profetas que ofrecen las soluciones mesiánicas.
Este tema me parece central en la discusión pública y privada. Debemos exigir un comportamiento ético a las compañías; que jueguen con las reglas, no al margen, y si no lo hacen debieran recibir un castigo de los pares, porque se les hace un favor evitando que el castigo venga desde el Estado y a los demás nos evita ser gobernados por los que no creen en el modelo.