Planificación urbana para prevenir tragedias
Slaven Razmilic Director Ejecutivo de la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios A.G.
- T+
- T-
Slaven Razmilic
Es difícil abstraerse de los devastadores efectos de los incendios en la Región de Valparaíso. Tal vez lo más abrumador es la recurrencia, la constatación de que los incendios recientes no son otra cosa que una versión a mayor escala de lo que ya ocurrió a fines de 2022 y antes, en 2014 y 2017. Todos en la misma zona y por razones similares.
Independiente del origen del fuego, buena parte de sus graves consecuencias en términos de vidas y pérdidas materiales pueden y deben ser atenuadas con prevención y con más y mejor planificación urbana. Una planificación coherente con los riesgos existentes y con válvulas de ajuste necesarias para incorporar elementos emergentes.
“Planificar presume el cumplimiento de lo establecido. En el Gran Valparaíso no sólo carecemos de buena planificación, sino que, además, hacemos muy poco por que la existente se cumpla”.
Con todo, planificar presume el cumplimiento de lo establecido. En el caso del Gran Valparaíso, no sólo carecemos de una buena planificación, sino que, además, hacemos muy poco por que la existente se cumpla. Al permitir tomas de terrenos y la consolidación de asentamientos precarios en sitios riesgosos, hemos amparado y hasta fomentado la autoconstrucción en zonas sin conectividad ni infraestructura adecuada. De acuerdo con el último catastro de TECHO-Chile, solo en las comunas de Viña del Mar y Valparaíso se contabilizan 167 campamentos en los que habitan 14.540 familias.
Por cierto, impedir la proliferación de desarrollos informales en zonas de riesgo no se limita a una cuestión de orden público. El éxito de esta tarea parte por contar con una planificación que dé cabida a la demanda al interior de las zonas que sí son adecuadas para el desarrollo. Definir donde sí y donde no construir requiere que los espacios aptos sean suficientes y asequibles.
Con instrumentos de planificación que impiden una densificación equilibrada y que limitan los espacios para desarrollos en extensión bien diseñados, no debe sorprendernos que la demanda, en particular de los segmentos más vulnerables, encuentre su lugar en quebradas sin adecuados accesos ni vías de evacuación o en áreas excesivamente cercanas a predios forestales.
La tragedia de los cerros de Viña del Mar y Valparaíso en ningún caso se debe a exceso de desarrollo residencial o a la presión inmobiliaria. Las teorías conspirativas que irresponsablemente se viralizan cada año y que apuntan a quemas intencionadas buscando cambios en el uso de suelo que favorezcan posteriores desarrollos inmobiliarios son falsas e injuriosas y carecen de toda evidencia que las sustente. No hay evidencia de correlación, menos aún de causalidad.
Es más, está a la vista que las consecuencias más graves de los siniestros en parte responden justamente a lo contrario: a la ausencia de suficiente desarrollo inmobiliario formal que permita el acceso a una demanda que hoy se rebalsa hacia la informalidad y la inseguridad. Por lo mismo, es fundamental contar con una planificación urbana efectiva e inclusiva, que dé cabida a todos en espacios normados, seguros y conectados. De lo contario, miles de familias seguirán expuestas a fenómenos que muy probablemente se repetirán en el futuro, sean de origen intencional o fortuito.