Se puede aprender mucho sobre un jefe al ver cómo actúa en sus vacaciones
Pilita Clark
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Pilita Clark
Hace unos días llegué al trabajo después de las vacaciones de fin de año, y me encontré con un montón de consejos desalentadores sobre cómo ser un gran líder que se habían acumulado en mi bandeja de entrada.
La lista era larga y familiar. Se auténtico. Inspira propósito en los demás. No rechaces la incertidumbre. Pero no encontré el consejo que hubiera sido útil para la mayoría de los líderes en estas últimas semanas: cuándo se debe interrumpir las vacaciones y volver al trabajo.
Esta situación es difícil de navegar en una era de equilibrio entre la vida laboral y personal, cuando se supone que los jefes deben establecer un ejemplo de cómo desconectarse para los subordinados. Sin embargo, la crisis en Irán y los incendios forestales australianos han ofrecido un conjunto de lecciones sobre lo que un líder no debe hacer.
La primera lección es simple: cuando ocurra un desastre, no te quedes callado. Nadie le hubiera negado a Boris Johnson unas vacaciones después de un año agitado lidiando con el Brexit y las campañas electorales.
Y cuando el primer ministro británico voló a la isla caribeña de Mustique para una escapada de fin de año, nadie sabía que EEUU estaba a punto de asesinar a un comandante iraní en Irak, donde hay cientos de tropas británicas. Pero su silencio inmediatamente después del ataque del 3 de enero fue extraño y contraproducente.
Podría haber evitado al menos algunas de las críticas predecibles por estar lejos si hubiera dicho algo, cualquier cosa, más rápidamente.
Mejor aún, podría haber hecho lo que el CEO de Google, Sundar Pichai, hizo en 2017 cuando uno de sus empleados escribió un memorándum incendiario criticando las políticas de diversidad de la compañía. Pichai acababa de comenzar unas vacaciones familiares de verano cuando estalló la noticia, pero inmediatamente volvió a trabajar para lidiar con el asunto. El empleado fue despedido rápidamente.
El alboroto de Google fue trivial en comparación con lo que está sucediendo en el Medio Oriente, pero aún así la lección se aplica: ningún jefe pierde cuando interrumpe unas vacaciones para lidiar con problemas en la oficina.
Esa regla debería ser aún más obvia cuando tu trabajo consiste en lidiar con el problema. Sin embargo, David Elliott ha mostrado que no lo es. Elliott estuvo en el ejército antes de convertirse el año pasado en el ministro de servicios de emergencia del estado australiano de Nueva Gales del Sur y le gustan las bromas coloridas. "Te arrancaré la cabeza y mearé en el agujero", bromeó en Facebook el mes pasado con un amigo cuya cobertura mediática había eclipsado la suya.
Elliott apareció en muchos titulares después de marcharse inexplicablemente a Europa para tomarse vacaciones de Navidad, mientras su estado estaba siendo devastado por terribles incendios forestales.
Como un comentarista preguntó: "¿Cuál es el punto de tener un ministro de servicios de emergencia que se vaya de vacaciones durante un estado de emergencia?" Elliott interrumpió abruptamente lo que admitió había sido una ausencia "inexcusable" y voló a casa.
Sin embargo, su esfuerzo palidece frente al del primer ministro de Australia, Scott Morrison, un líder que ha demostrado ampliamente cómo no manejar un feriado, con o sin crisis.
Incluso el trabajador más joven comprende la importancia de dejar un mensaje de fuera de la oficina durante las vacaciones para que las personas sepan a quién contactar en su ausencia. Cuando Morrison se fue de vacaciones familiares a Hawai el mes pasado, no emitió ningún aviso público oficial sobre el viaje. Un periodista que llamó a la oficina del viceprimer ministro para preguntar quién estaba a cargo fue remitido a la oficina del primer ministro, que después sugirió que los rumores de que Morrison estaba de vacaciones en Hawai eran incorrectos. Resultó que sí estaba en Hawai, y él también se vio obligado a hacer un retiro humillante a casa mientras aumentaba el número de muertes por los incendios forestales.
Sin embargo, ese no fue el final. Otro líder tal vez se hubiera disculpado en ese momento para concluir el asunto. Morrison expresó su pesar, pero también trató de defender su ausencia con la observación memorable de que los australianos entendían que él no era personalmente necesario para apagar las llamas.
"Saben que yo no sostengo una manguera y que no me siento en una sala de control", le dijo a un entrevistador de radio. "Las personas valientes que hacen eso ya están haciendo ese trabajo".
Fue un recordatorio final y desafortunado de que hay momentos en que uno aprende mucho más sobre los líderes cuando están lejos de su escritorio, no detrás de él.