Benedicto XVI presentó su renuncia. Lo hizo con la misma sencillez con que asumió su cargo hace ya casi ocho años. “Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino” señaló. Y reconoce humildemente su “incapacidad para ejercer bien el ministerio”. El 28 de este mes, a las 20 horas, se hará efectiva su renuncia, como el mismo lo aclaró. Para Pascua de Resurrección, a fines de marzo, habrá nuevo Papa.
La decisión papal fue madurada en la oración, decantada al pie de la cruz, reflexionada en la Eucaristía diaria y en conversación con sus más íntimos colaboradores. Podemos tener la absoluta certeza y tranquilidad que ha sido lo correcto. El Papa confirmó lo que ha sido su gran motivo de vida: el amor a la Iglesia, a Dios y a los hombres. ¿Qué es lo mejor para ella en este tiempo?, se preguntó. Dejar que savia nueva conduzca la barca de Pedro. Con esto muestra su profunda fe, la convicción absoluta que Dios conduce a su Iglesia y que toda su estructrura no es más que un servicio a la gran causa que es llevar el Evangelio, la vida, la verdad y justicia, a todos los hombres. La Iglesia, en primer lugar pastores y consagrados, no está ahí para servirse a sí misma, sino para servir a los hombres.
Hay que ser muy valiente y generoso para reconocer la hora de hacer cambios y, con su decisión, Benedicto XVI no sólo lo dice sino que lo realiza ejemplarmente. Su grandeza y libertad interior se muestran en todo su esplendor con esta decisión. Una lección tan grande como sus tres encícilicas, a la altura de toda su gran teología, que ya abarca varios volúmenes. Pero no nos debe sorprender tanto. El Papa ha vivido renunciando: a una familia, a su país, a su docencia, a darse gustos y lujos. Su vida ha sido pura gratuidad y entrega abnegada a la Iglesia. Esta última renuncia corona una cadena de postergaciones por su gran amor de la vida: Jesús, Cristo y su Iglesia.
Decisión valiente que interpela a un mundo exitista, a quienes se apegan al poder, aplausos, influencias; en que son pocos los que “se hacen a un lado” cuando la ocasión lo requiere ¡Gracias por el notable ejemplo! La Iglesia ha ganado mucho con esta decisión.
Ahora, los católicos están invitados a rezar por el nuevo Papa, cuyos desafíos son muy grandes: nos adentramos en el año de la fe, en julio es el encuentro mundial de jóvenes en Rio de Janeiro y varios puntos más en una apretada y fascinante agenda. El nuevo Papa será el mejor y el más apropiado para este nuevo tiempo. Eso lo sabe Benedicto XVI. Ya que ha sabido siempre que es Dios quien conduce a su Iglesia.