El martes pasado el Papa Francisco dio inicio a su pontificado. Ya en su primera homilía resaltó la importancia del servicio como signo distintivo de la Iglesia y de todo hombre. “Quien no vive para servir, no sirve para vivir” reza un sabio dicho. Sólo tenemos esta vida para hacer el bien; la próxima, será para dar cuenta de lo que hemos hecho bien o mal en ésta.
Quien detenta poder está llamado a servir. Y quiso comenzar colocándose él como el primero en servir. “El poder del Papa es el servicio a los otros, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños, el hambriento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo y el encarcelado”, recalcó. Lo que vale para él, vale para todos.
Invitó también a una renovada preocupación por la naturaleza y la vida humana, desde su nacimiento hasta su ocaso natural: “Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos custodios de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente”. Tenemos sólo este pequeño mundo para vivir y no lo hemos tratado bien. Quizá en algunos decenios sea posible la vida humana en otro planeta pero, por ahora, sólo tenemos este rincón del universo. De hecho, el planeta nos está pasando la cuenta. Las calamidades en la naturaleza están a la vista. Y la gran víctima de ello seremos finalmente nosotros mismos.
Quizá se recicla más y se es algo más consciente al momento de comprar productos no desechables. Puede ser. Pero la realidad nos muestra que el entorno deja mucho que desear. Nos estamos desertificando. Zonas tradicionalmente verdes, son ya estepas baldías y secas.
El cuidado de la naturaleza no es un antojo romántico, sino una necesidad imperiosa de la humanidad. Y esto comienza con el hombre mismo: los niños, los no nacidos, los ancianos, los minusválidos. Todo quien es débil e indefenso merece nuestra mayor consideración.
Los cristianos iniciamos la semana santa. Millones de personas en el mundo harán una pausa en su agenda, sobre todo el viernes santo, para introducirse en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. En efecto, el centro de la fe cristiana no es la muerte sino la vida que se nos regala en Él. De ahí el intrínseco optimismo y esperanza cristiana, que ve en todo acontecimiento un destello de luz positiva. Es una semana de renovación que comienza en cada uno, en la familia, barrio y país. Hace bien hacerse al camino y participar de ella.