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Padre Hugo Tagle

Ni una más

En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 23 de mayo de 2016 a las 04:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

La feroz y cruel agresión a Nabila Rifo en Coyhaique provoca escalofríos e indignación. Tanta crueldad cuesta dimensionarla ¿Cómo tanta barbarie, sangre fría, maldad? El caso no es nuevo. Hace dos años Carola Barría, de Punta Arenas, fue objeto de una violencia similar, sufriendo la pérdida de sus ojos por parte de su ex pareja, y múltiples golpes que casi le cuestan la vida. Crímenes que no son aislados. Se encuentran insertos en una cadena de indignantes y cobardes atentados contra la mujer; la punta de un iceberg de colores oscuros, en que abunda la cobardía y complacencia temerosa de una sociedad impávida ante estas atrocidades, que reacciona tarde, mal o nunca. Da la sensación de que no aprendemos como sociedad a pesar de los gritos angustiosos de miles de mujeres que sufren en silencio de la brutalidad y despotismo de sus parejas, ex parejas o maridos.

El nivel de cobardía y violencia de estos crímenes no se da de un momento a otro. Se incuban lentamente en una escalada de malos tratos, zamarreos, frases hirientes, gritos y golpes. Y ello, en forma transversal en la sociedad. No se restringe a un segmento social. Esta cobardía crece al mismo paso que aumenta la desidia e indiferencia del entorno de las víctimas ¿Dónde estaban los vecinos, familiares, amigos de Nabila y antes de Carola? ¿Cómo puede ser que nadie advirtiera de conductas violentas?

Estos crímenes nos deben llevar, una vez más, a hacer una buena autocrítica en el trato entre unos y otros y, en particular, hacia las mujeres. Un par de parlamentarias quiere penalizar los piropos callejeros subidos de tono o abiertamente denigrantes. Las apoyo. La verdad, no hay ningún derecho para interpelar a una mujer desconocida, en medio de la calle, en un mall o supermercado, haciéndose pasar por galán o atento. Si una mujer no le pide su opinión sobre su vestido, peinado o figura, no la dé. Punto. Una de cada tres mujeres ha sufrido algún abuso callejero: frase vulgar, manoseo, gesto obsceno. Basta ya. De ahí a un crimen como el sufrido por Nabila hay un paso.

Y los cambios sociales comienzan en casa. Apunto aquí a los padres que educan a sus hijos hombres con actitudes machistas: no los involucran en el trabajo doméstico, los favorecen, ocultan sus faltas de educación, no pocas veces se burlan de “lo femenino”, no educan para un respeto a la mujer. Una parte no menor del machismo chileno es endosable a la educación hogareña. Que el crimen de Nabila y otras mujeres no caiga en el olvido, nos lleve a mejorar el trato humano, a darle a mujer el sitial digno que se merece.

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