Padre Hugo Tagle

Lengua asesina

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 23 de septiembre de 2013 a las 05:00 hrs.
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Quien habla mal del prójimo es un hipócrita que no tiene “el coraje de mirar a los propios defectos”, dijo el Papa Francisco hace unas semanas atrás, haciendo referencia al pasaje bíblico “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?” (Lc 6,39). Las murmuraciones, chismes y habladurías tienen una “dimensión de criminalidad”, porque cada vez que hablamos mal del prójimo, imitamos el gesto homicida de Caín.

“Aquellos que viven juzgando el prójimo, hablando mal y a espaldas de él, son hipócritas, porque no tienen la fuerza, el coraje de mirar los propios defectos”. Aquel que en su corazón guarda un poco de odio contra el hermano es un homicida. La misma idea se repite en la carta de Juan: “Quien juzga al hermano, camina en tinieblas”. Recordemos que, cada vez que apuntamos con el dedo a alguien, hay otros tres que apuntan a nosotros.

El Santo Padre observó que en este tiempo en el que se habla de guerras y se pide por la paz, “es necesario un genuino gesto de conversión”. “Las murmuraciones -advirtió- siempre van sobre esta dimensión de la criminalidad. No hay habladurías inocentes”. Se dice que es un defecto más femenino que masculino. Pero he comprobado que lo sufrimos ambos sexos por igual. Es más. Desconcierta constatar cómo los jóvenes se han vuelto ¡tristemente chismosos! Descueran a quien no tienen en frente con una facilidad abismante.

La paz comienza a construirse en la propia casa. La sumatoria de todas las paces es la que posibilita finalmente la paz mundial. De poco sirve la ausencia de guerras si no hay un corazón reconciliado consigo mismo y con los demás.

La lengua, dice el Papa citando al apóstol Santiago, es para alabar a Dios, “cuando la usamos para hablar mal del hermano, matamos la imagen de Dios en el hermano”. Alguno podrá decir que una persona se merece esas habladurías, señala el Papa. Pero no debe ser así: “Recemos por él y luego, si es necesario, hablemos con esa persona para que pueda remediar el problema. Pero ¡nunca decirlo a todos!”.

Un buen antídoto contra la murmuración es acercarse a aquel en quien vemos algún error y comentarle directamente, a la cara, nuestro parecer sobre esa conducta que nos ha parecido mal. Hacemos dos cosas buenas: no esparcimos rumores y ayudamos a corregir su conducta o error.

Hay que pensar dos veces antes de hablar. Mejor callar, que decir una palabra de más. Recordemos que somos dueños de nuestros silencios, pero esclavos de nuestras palabras.

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