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Padre Hugo Tagle

¡Grande Papa Francisco!

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 29 de julio de 2013 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Antes de referirme al Papa Francisco y su visita a Brasil, dos líneas sobre un acontecimiento médico notable. El transplante de riñón a una niñita de 57 días de vida, Javiera Mancilla, de Chiloé. Un hito en la medicina chilena y un claro ejemplo de lo que es capaz por salvar una vida. Javiera venía con una malformación diagnosticada a pocos meses de su gestación. En dos palabras, una vida “inviable”, como se podía prever con facilidad y candidata a morir pocos meses después de nacer.

Pero nació y se esperó a un transplante ¿Y si se hubiese tirado la toalla antes? Se hubiese hablado de las bajísimas probabilidades de vida que tenía luego de nacer; que no valía la pena que viviera; mejor ahorrarle a la madre la experiencia traumática de dar a luz un hijo “inviable”. Gracias a Dios, los padres de Javiera siguieron con el embarazo, se sometieron a los exámenes de rigor y corrieron el riesgo de que no apareciera ningún donante. El amor a la vida pudo más. Habrá que ver cómo evoluciona Javiera. Pero ya se hizo lo más importante: el intento tenaz por salvar una vida, por pequeña y frágil que sea.

Y sobre el Papa Francisco y su visita a Brasil. Los más de 2 millones de participantes en la JMJ Río 2013 dan cuenta de un acontecimiento extraordinario. Las dificultades propias de un evento así se sortearon con facilidad y los jóvenes mostraron ánimo y alegría. Ellos representan a esos millones de jóvenes en el mundo sedientos de Dios, de sentido de vida, de ganas de darse. Y éstas no son frases de ocasión. Tras esos peregrinos hay familias enteras, amigos, que los acompañan en ese sentimiento. El encuentro fue una experiencia de Iglesia viva y servidora de los hombres.

El Papa invitó a asumir tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría. Dios camina a nuestro lado, dice el Papa, en ningún momento nos abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón.

El cristiano está llamado a ser luz, a tener una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la generosidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor: son un motor poderoso para la sociedad. Ellos no sólo necesitan bienes materiales: necesitan ejemplos de integridad, respeto por el hombre, rectitud y pasión por la vida y el servicio.

El cristiano es alegre, nunca triste. De ahí que la actitud de todo hombre, de todo hombre de fe, es vivir cada día como si fuese el primero y el último, el mejor. Solo tenemos esta vida para hacer el bien.

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