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Padre Hugo Tagle

El Haya en casa

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 10 de diciembre de 2012 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Durante los días de las audiencias en La Haya entrevistaron a varias personas en una feria santiaguina. Uno de los feriantes, con la picardía propia del chileno, respondió a la pregunta por “los tratados” con Perú: “Sí, es como con la señora, puro recordarle el tratado”. Desconozco qué entendió por tratado el señor en cuestión, pero lo que quedó claro es que el respeto a los tratados está entrando en el inconsciente colectivo. Incluso en las ferias.



En efecto, el respeto a los acuerdos y a la palabra empeñada vuelve a tomar carta de ciudadanía; se ha vuelto a colocar sobre el tapete algo esencial en toda relación humana y entre los pueblos: el respeto a los acuerdos, al derecho vigente y a la costumbre ajustada a ese mismo derecho. Pero llevemos esos criterios a la vida corriente, como la feria. En relación a la palabra empeñada y a la claridad en mis juicios, la reflexión bíblica viene al caso: “Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no”. Las relaciones humanas exigen una transparencia y claridad meridianas. Nada peor que los dobleces, las respuestas evasivas, los silencios cómplices, la actitud intrigante. Los alegatos vistos en la Corte nos obligan a una buena introspección. Mucho de lo que se alega -por lado y lado- es fruto de una cierta suspicacia y recelo que se debe erradicar de la relación entre las personas y pueblos. Tarea de toda la vida. El mayor esfuerzo por la buena convivencia es en primer lugar con los que tenemos más cerca, los vecinos. Cada generación debe buscar crecer en confianza y franqueza en la relación con el otro. No sirven los buenos propósitos o los sobreentendidos. De La Haya, cualquiera sea el resultado del litigio, aprenderemos una gran lección: los acuerdos deben respetarse y, al cerrarlos, hay que atender bien a todas sus partes. Transparencia desde un inicio.

No faltan quienes, en una relación, sea de amistad, laboral, afectiva o matrimonial, construyen un mundo de ficción en sus cabezas, proyectando anhelos y frustraciones en ellas. Estas proyecciones van moldeando artificialmente la relación en común, enrareciendo el ambiente y disposición particular. Algunos, de buena fe, piensan que “en la marcha se arregla la carga”. Pero aquello que no se clarifica desde un comienzo, finalmente sólo entorpece y enrarece la relación.

Confío en que el juicio favorezca a Chile. Por lo que se observa, resulta ser lo justo. Pero habrá que atenerse a lo que decida el tribunal. Acatarlo es básico para la paz y la buena convivencia.

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