Eclipse vital
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Notables los dos minutos de oscuridad que regaló el eclipse de la semana pasada. En Santiago, fue casi total. Por un par de minutos el sol desapareció de nuestro horizonte. Sirvió para renovar la conciencia de que eso tan obvio, como es el sol, es un regalo maravilloso. Se comprende que culturas antiguas lo hayan adorado como un dios. Si ya un amanecer o la aurora son fascinantes, ¡cómo les debe haber asombrado un eclipse! Hoy nos saca sonrisas esa inocencia, pero se puede entender que en el pasado el hombre pensara que algo así era obra de dioses enojados con sus criaturas.
Me vienen a la mente las hermosas palabras de San Francisco de Asís en su cántico a la creación. “Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el señor hermano sol, el cual es día, y por el cual nos alumbras. Y él es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación”. Sí, fenómenos como éste nos recuerdan el delicado y frágil equilibrio de la naturaleza, que camina con precisión de reloj; en que cada elemento está íntimamente ligado al otro y dependiendo a su vez de un tercero. Nada sucede por azar. En su aparente caos, el cosmos responde a un plan milimétricamente ordenado. Y en esa inmensidad nos encontramos nosotros, en nuestro pequeño mundo.
El fenómeno del eclipse solar es una buena metáfora de tantas vivencias en la vida, en que aparentemente abunda la oscuridad, frio y tristeza. Pero, finalmente, vuelve a brillar la luz. Una buena imagen que nos alienta a no desesperarnos, a esperar pacientes a que la tormenta pase, a abandonarse en la Providencia divina y esperar tanto la calma como la nueva luz. Como dice San Pablo: “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman”. Quien espera confiado en Dios, nada tiene que temer.
Pero hay una segunda lección. Me llamó la atención la expectativa que se encendió en la población, sobre todo escolares y niños. Alentar la capacidad de asombro, en un mundo en que pareciera no asombrarnos nada, es clave para el desarrollo humano. Cada cosa que sucede en la naturaleza, es tan fascinante como misteriosa. Y por lo mismo, estos fenómenos nos deben llevar a contemplar la creación con admiración, respeto y santo temor.
En la base del proceso educativo se encuentra la capacidad de asombro, esa santa curiosidad por desentrañar los misterios de la vida. Daba gusto ver a niños, escolares, expectantes y curiosos ante el evento solar. La buena educación despierta, anima esa santa curiosidad: la motiva y alienta. Que no se eclipse.