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Padre Hugo Tagle

Aprender de los dolores

Por: Padre Hugo Tagle

Publicado: Lunes 24 de febrero de 2014 a las 05:00 hrs.

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Un tema recurrente en la vida de todo ser humano es el del dolor. No es fácil lidiar con él, sobre todo los del alma; esas tristezas profundas producto de una decepción amorosa, fracaso, quiebre familiar o laboral.

Dice el Papa Francisco a propósito de ello: “A veces, en nuestra vida, los anteojos para ver a Dios son las lágrimas. Hay un momento en la vida en el que solo las lágrimas nos preparan para ver a Jesús, Dios no se cansa de perdonar. Para Dios no somos números, somos importantes, es más, somos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que más le importa”.

Quien asume su dolor desde la fe, lo vive mejor. De ahí que creer sea siempre un bien. “Frente a un ‘dios difuso”, un “dios-spray”, que está un poco en todas partes, pero que no se sabe lo qué es, los cristianos creemos en Dios que es Padre, que es Hijo, que es Espíritu Santo. Creemos en las personas, y cuando hablamos con Dios hablamos con personas: o hablamos con el Padre, con el Hijo o hablamos con el Espíritu Santo. Y ésta es la fe”. Dios no puede ser más que un Dios personal, un Dios que se abaja, se hace hombre, solidariza con lo humano no desde la distancia, sino desde la misma vida humana. Una entelequia, un abstracto teórico, no sirve de nada.

“Y esta es la tentación de buscar otras puertas u otras ventanas para encontrar a Dios. Sólo se entra a través de aquella puerta que se llama Jesús”, dice el Papa. A veces está cerrada: estamos tristes, estamos desconsolados, tenemos problemas en tocar aquella puerta. “No vayan a buscar otras puertas que resultan fáciles, más cómodas. Jesús no desilusiona jamás, Jesús no engaña, Jesús no es un ladrón, no es un asaltante. Ha dado su vida por mí. Cada uno de nosotros debe decir esto: “Y tú que has dado la vida por mí, por favor, abre, para que pueda entrar”.

Por eso, el cristiano siempre se siente esperanzado. Sabe que tras la tormenta viene la calma, la luz. Errar no es el problema: el problema es no reconocer los errores. “Ser pecadores no es un problema. Lo es más bien no arrepentirse de haber pecado, no sentir vergüenza por lo que se ha hecho”. “Pecadores sí, corruptos no. Es peor ser corruptos que pecadores”, dice el Papa Francisco.

De toda mala experiencia podemos sacar algo positivo. De hecho, se aprende más de los errores que de los éxitos. Los errores, bien aprovechados, nos vuelven humildes, sensibles a las miserias ajenas, más tolerantes. Haríamos bien en mirar nuestra vida desde los errores que podamos haber cometido. Una perspectiva nueva y enriquecedora.

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