Cuando se pregunta a un extranjero cómo nos ve, salta como primera característica el que somos “graves”. Es cierto que abunda la talla liviana, para cortar el hielo, pero al final del día abunda la seriedad, la circunspección.
El cultivo de la alegría es algo muy serio. No da lo mismo si se cultiva la alegría o no. Es un asunto de mejor calidad de vida. Quien es alegre, no sufre colon irritable, le saldrán menos canas, sufrirá menos problemas estomacales. La alegría es una virtud divina. Lo dice el Papa Francisco: “tiene que estar presente en nuestro estilo de vida; en nuestro humor, en nuestro servicio, en nuestro carácter. El cristiano es un hombre y una mujer de gozo. Esto nos lo enseña Jesús, nos lo enseña la Iglesia, especialmente en este tiempo”.
Pero ¿qué cosa es la alegría? Lo responde el mismo Papa: “La alegría es un don. La alegría, si queremos vivirla en todo momento, al final se transforma en ligereza, superficialidad, y también nos conduce a aquel estado de falta de sabiduría cristiana. La auténtica alegría, en cambio, es gozo, un don del Señor. Nos llena desde dentro. Y este gozo se encuentra en la seguridad que Jesús está con nosotros y con el Padre”.
La antítesis es la triste melancolía, en la cual al final el corazón “se enferma y encoge un poco, y nuestra cara no transmite aquel gran gozo sino aquella nostalgia, aquella melancolía que no es sana”.
El Papa Francisco le reprocha a los cristianos melancólicos que “tienen más la cara avinagrada en vez de gozosa de los que tienen una vida bella”. El gozo no puede estancarse: debe avanzar. El gozo es una virtud peregrina. Es un don que camina, que camina por el camino de la vida, camina con Jesús”. Dice el Papa que es una “virtud de los grandes, de aquellos grandes que están por encima de las poquedades, que están por encima de estas pequeñeces humanas, que miran siempre al horizonte”.
El gozo y el corazón alegre son una gracia que debemos pedir al Señor. Al comienzo del año haremos bien en pedirla insistentemente para que no reine en nuestras vidas la amargura, la pesadumbre, la tristeza. Un regalo al mundo es el cultivo de un corazón alegre y que alegra la vida de los demás, empezando por quienes están más cerca de uno: colegas de oficina, familiares, amigos. Cuanto más grande es tu deseo, más grande será tu gozo. El cristiano es un hombre, es una mujer de deseo: desear cada vez más en el camino de la vida.
Pidamos al Señor esta gracia, este don del Espíritu: el gozo cristiano. Lejos de la tristeza.