El cambio de mando debe llenarnos de orgullo. Tanto más cuando se observa el globo y se comprueba que, si bien hoy son más los países que gozan de democracia, éstos siguen siendo un bien escaso. Y frágil. Así lo vemos en países como Ucrania o Venezuela. En ambos se trata de gobiernos democráticamente elegidos pero, por fallas internas, no han sabido fortalecer su convivencia pacífica.
No hay que dormirse en los laureles. Cada día obliga a crecer en conciencia democrática; la convicción de que Chile nos pertenece a todos, de que los caminos para el progreso son el diálogo, el respeto mutuo y las instituciones que nos hemos dado. Los jóvenes y sus dirigentes están en deuda con Chile. Son los caminos democráticos en donde debemos encontrarnos. Muchos de los que participaron entusiastas en las marchas pasadas, no se sumaron a comandos políticos ni votaron. Urge vencer una desidia egoísta.
Que no sea “la calle” quien nos marque la pauta. Por amor a esa misma “calle” es que no debe ser ella quien lo haga. La verdad de las cosas es que las reformas a la educación y la mayor justicia social serán posibles a pesar de “la calle” y no gracias a ella. De hecho, se perdió tiempo en discusiones sobre encapuchados, lanzaaguas y demases, el que pudo haberse empleado en trabajar para hacer crecer Chile y equilibrar la balanza.
Será el diálogo y los acuerdos los que permitan los progresos que necesitamos como país. Señaló el cardenal Ezzati en el tedeum de inicio del actual gobierno: “Vivimos un momento fascinante de nuestra historia, estamos próximos a alcanzar lo que técnicamente se llama desarrollo. No podemos olvidar, sin embargo, que mientras el desarrollo no alcance a todos no podemos considerarlo tal, sería simplemente crecimiento estadístico”.
Nuestra democracia es imperfecta y requiere transformaciones que la hagan más inclusiva y participativa. A pesar de los extremos políticos, la inmensa mayoría del país quiere un camino de diálogo, entendimiento y respeto a las instituciones que nos hemos creado.
Gobernar es servir. Le deseo lo mejor al nuevo gobierno por el bien del país. Que se logren los consensos para hacer las reformas necesarias y lograr hacer así de Chile un país más justo, moderno, feliz. Ganamos todos.
Celebramos un año del pontificado del Papa Francisco. Un regalo para la Iglesia y el mundo. Su cercanía, sabiduría y buena conducción han marcado un punto sin retorno para la Iglesia, mostrando una perspectiva alentadora para el futuro. Solo cabe agradecer a Dios por su elección y desearle muchos y bendecidos años más.