Ollanta Humala y su batalla contra la desigualdad
No es un tema menor para el resto de América Latina el devenir del nuevo gobierno de Perú. Lo que allí ocurra puede dar las pautas para un modelo de desarrollo donde se combine el crecimiento económico con una fuerte política de inclusión social...
No es un tema menor para el resto de América Latina el devenir del nuevo gobierno de Perú. Lo que allí ocurra puede dar las pautas para un modelo de desarrollo donde se combine el crecimiento económico con una fuerte política de inclusión social. Una política que mantenga la macroeconomía con resultados exitosos, pero al mismo tiempo demuestra avances significativos en la lucha contra la desigualdad y la pobreza.
Por cierto, ya tales metas se han planteado en el pasado. Pero la diferencia con anteriores intentos es la condición económica en que ahora están diversos países del continente. Como a comienzos de esta semana se decía en La Paz -al presentar el libro “La Década de América Latina, una oportunidad real” del director del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno-, la región latinoamericana “creció en la primera década de este siglo porque dejó de copiar modelos de otras partes e inventó su propia ruta de desarrollo”.
Sin duda, es un camino difícil el elegido por el gobierno del presidente Ollanta Humala. Pero él sabe que le es ineludible recorrerlo porque es parte de su historial y su ideario. Sin embargo, en la tarea requerirá manejar los equilibrios y las transiciones con especial sabiduría. Hay un referente en los años recientes de la región hacia el cual mirar: la experiencia del presidente Lula da Silva. Cuando el ex dirigente sindical llegó al Palacio de Planalto, en Brasilia, hubo inquietudes y voces temblorosas. Pero Lula confirmó que su meta principal estaba más allá de llevar al Partido Trabalhista al poder, era demostrar que uno de los suyos podía gobernar Brasil.
El presidente peruano pareciera ir por una ruta similar a la del ex mandatario brasileño. Su canciller, Rafael Roncagliolo, al visualizar la política internacional de su país a futuro, lo hace a partir del logro de esa meta interna: “Este gobierno tiene como propósito la inclusión social. No gobernar para unos pocos, sino para todos, y en particular para reducir la pobreza y la desigualdad. Esto puede significar un verdadera cambio histórico en el Perú”.
Humala llega al poder cuando la urgencia por cambios en las políticas de crecimiento económico y desarrollo social se hacen cada vez más evidentes no sólo en Perú, sino en toda la región. Es cierto que los países sudamericanos han logrado reducir la pobreza a los niveles más bajos desde 1990 y el desempleo a una tasa del 7,9% en 2010, pero siguen presentando un alto nivel de desigualdad. Como recién dijo el empresario Felipe Lamarca, al hablar de Chile, “a este país le ha ido bien, crece el PIB pero con una desigualdad muy grande. Eso molesta y se expresa en voz de protesta”.
Lo mismo acaban de señalar la secretaria general de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), María Emma Mejía, y la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Alicia Bárcena, al presentar este miércoles el libro “Unasur: un espacio de desarrollo y cooperación”.
“Es nuestra asignatura pendiente, unas inequidades sociales que no hemos podido quitar. Seguimos siendo la región más inequitativa del mundo”, sostuvo la ex canciller colombiana, ahora a cargo de la entidad sudamericana. Igual argumento llevó a Lima, donde la primera actividad internacional que se fijó Humala ha sido, precisamente, la cumbre de Unasur.
Nadie puede negar que en la configuración de su gobierno el presidente peruano trajo sorpresas. Por un lado, nombró a dos economistas “preferidos por Wall Street” para dirigir el ministerio de Economía y el Banco Central, Luis Miguel Castilla y Julio Velarde. Pero, por otro, trajo al gabinete a tres mujeres ligadas al cambio: la socióloga Patricia Salas a Educación; la educadora socialista Aída García al ministerio de la Mujer y la reconocida cantante Susana Baca al Ministerio de la Cultura, además la primera ministra afroperuana en la historia del país.
Y, por cierto, todos en Lima nos dicen: “no se olvide de la Primera Dama, la señora Nadine Heredia; ella será clave porque él la escucha”. Lo de Perú no es un gobierno más, puede llegar a ser una experiencia determinante en el devenir latinoamericano.