No descuidemos a las economías en desarrollo
MURTAZA SYED Gobernador interino del Banco Central de Pakistán© 2022 The Financial Times Ltd.
- T+
- T-
MURTAZA SYED
Nos encontramos en el entorno político más complejo de nuestras vidas y en un momento trascendental para la comunidad internacional. Gran parte del mundo está quedando al margen de la red de seguridad global que se erigió con tanto esfuerzo después de la segunda guerra mundial.
En particular, no se le está prestando tanta atención a los problemas relacionados con la deuda y las salidas de capital que sufren los países de Asia, América Latina y África como hace una década atrás, cuando varios países europeos enfrentaron problemas similares. Los organismos donantes multilaterales y bilaterales parecen estar ocupados con otras cosas, y han dejado abandonados a muchos países.
“Como las naciones ricas están distraídas por cuestiones internas y rivalidades geopolíticas, las economías en desarrollo corren el riesgo de ser abandonadas a su suerte. Los países amenazados con el endeudamiento no olvidarán fácilmente si el mundo rico les falla en un momento de crisis”.
A pesar de toda la retórica sobre la protección social y el tratamiento de la deuda, las herramientas que se utilizan para evaluar los problemas de los países en desarrollo y las opciones políticas que les presentan los guardianes del sistema mundial siguen siendo rígidas y anticuadas. Y quizás lo más perjudicial es que los accionistas tradicionales de los principales organismos multilaterales parecen muy incómodos a la hora de comprometerse con un nuevo mundo en el que China ha surgido como gran inversionista y acreedor.
Esto es trágico, ya que la grave tensión que enfrentan hoy las economías en desarrollo es en gran medida un reflejo de dos fuerzas que escapan a su control. En primer lugar, grandes impactos simultáneos en forma de una incierta salida de la pandemia de Covid, el superciclo de los productos básicos y el histórico endurecimiento de la Reserva Federal de EEUU. Y, en segundo lugar, una excesiva dependencia de los mercados de deuda, en contraposición a los flujos de capital, propagada por el actual sistema financiero mundial, que deja a los países vulnerables a los cambios de opinión, al ciclo mundial de tasas de interés y al fortalecimiento del dólar que estamos experimentando actualmente.
Es precisamente en este momento cuando las instituciones del centro de la red de seguridad mundial deberían entrar en acción y aportar soluciones innovadoras. Pero no lo están haciendo, y las consecuencias podrían ser profundas. En un momento en el que la globalización ya está en retroceso, obligar a los países pobres a elegir a dónde recurrir en busca de ayuda puede dejar cicatrices duraderas.
Todavía estamos a tiempo de evitar esta peligrosa deriva. Pero no puede hacerse sin modernizar el orden mundial. Aunque este orden ha contribuido a unir al mundo durante la mayor parte de los últimos 80 años, ha dado resultados desiguales en cuanto a apoyar la convergencia económica entre los países, librar al mundo de la pobreza, evitar las dolorosas crisis de deuda y promover los intereses de los ciudadanos comunes y corrientes por sobre los de las empresas multinacionales. Este historial debe mejorarse.
Tras la segunda guerra mundial, los líderes mundiales se reunieron para rehacer el mundo y rehabilitar los países que habían luchado en bandos opuestos. Hoy se necesita un espíritu similar, animado por cuatro nuevas prioridades clave: construir un sistema comercial y financiero más favorable al desarrollo; establecer una red de seguridad moderna que no obligue inmediatamente a un endurecimiento procíclico y proteja realmente a las personas vulnerables; garantizar una difusión tecnológica equitativa; y apoyar las energías limpias.
En cierto modo, esta remodelación debería ser más fácil de orquestar porque el mundo sigue siendo un lugar relativamente pacífico. No se sabe si esto sucederá. Pero lo que está en riesgo para la economía mundial nunca ha sido tan importante.