En el ámbito financiero se dice que cuando la marea financiera baja se sabe quién andaba nadando desnudo. Todo lo anterior para referirse a lo que sucede cuando los flujos de capitales abundan en los mercados, y los problemas no salen a la superficie; sin embargo, cuando los primeros escasean entonces los problemas macroeconómicos, no resueltos, emergen rápidamente.
Esta alegoría sobre capitales llegando a raudales a mercados emergentes (ME), para luego retirarse abruptamente, no es nueva, y más de alguno se ha tentado en hacer comparaciones entre la actual crisis y la de 1997-1998, que causó profundos estragos, primero en Asia y luego en Latinoamérica. A pesar de las notorias diferencias en los “fundamentos económicos” entre los actuales ME y los que prevalecían previo a la crisis de finales de siglo XX, esto no significa que no vaya a haber problemas o que el ajuste en precios de los activos financieros de estos mercados haya pasado. El FMI fue claro al advertir que la recuperación de la economía más el “repliegue” de las políticas monetarias acomodaticias en las economías avanzadas, generarían episodios de volatilidad en los flujos de capitales.
A pesar de que tanto los bonos como las acciones de empresas de mercados emergentes han experimentado un ajuste severo en precios desde que Bernanke gatillara la estampida de inversionistas al mencionar el inicio de la reducción de los relajos cuantitativos de la Fed (mayo 2013), éstos se ubican cerca de su media histórica. Sin embargo, si incluimos el “espíritu animal” de los inversionistas, es muy probable que se produzca una sobreventa que empuje sus precios aún más abajo de dicha media. Por otra parte, si se comparan las actuales valorizaciones con las de los mercados desarrollados (MD), y a pesar de la pronunciada caída de los ME y respectiva alza de los MD, recién se sitúa cerca del promedio histórico, con lo cual los rendimientos de los activos financieros emergentes pudieran ser peores a los de las economías avanzadas.
La crisis de 1997 -1998 se originó por un aumento significativo en el déficit de cuenta corriente, endeudamiento masivo de los gobiernos de turno y exceso de deuda en moneda extranjera, todas variables que hoy, en “general”, no presentan problemas en los mercados emergentes. Sin embargo, el denominador común en estas crisis ha sido la incorrecta asignación de capital por parte de las empresas (privadas o estatales), que sumada al aumento de deuda privada, termina por deteriorar el retorno sobre capital y su capacidad de pago. Es en estas variables donde las diferencias entre empresas de países resaltan aún más nítidamente.
Por último, y no por eso menos importante, está el proceder tanto de gobiernos como de sus respectivos banco centrales. Es en este frente donde las diferencias resaltarían aún más, y donde los nudistas serían identificados. En el ámbito de nuestra región, los países latinoamericanos integrantes de la APEC -México, Perú, Colombia y Chile-, están correctamente ataviados y no presentarían problemas (asumiendo que China de mayores problemas). Sin embargo, Brasil, de no enmendar el rumbo macroeconómico implementando cambios estructurales serios (usualmente impopulares), podría terminar sin traje de baño. Respecto de otros países de nuestra región, como Argentina y Venezuela, no vale la pena referirse pues hace un buen rato que están en “cueros”, tanto en lo político como en lo económico.