Progresivamente peor

Matko Koljatic

Robert Peal es un joven profesor de historia británico, educado en Cambridge, investigador en temas educacionales, bloguero y autor del libro Progressively worse: the burden of bad ideas in British schools (Civitas, 2014), un ensayo sobre las políticas públicas en materias educacionales en el Reino Unido.

La tesis de Peal es que las sucesivas reformas educacionales inspiradas en el “progresismo educacional” -principalmente durante los gobiernos laboristas- han dañado la calidad de la educación británica. Una de sus pruebas es que de acuerdo a las mediciones de PISA, entre 65 países, el Reino Unido está en la posición 23 en lectura, 26 en matemática y 21 en ciencia. (OECD, Country Note: United Kingdom, 2013).

El “progresismo educacional” parte de la tesis que las diferencias económicas y sociales en el historial de una persona son las que explican las diferencias de rendimiento. De ahí se desprende, según Peal, una de las políticas públicas más dañinas: la eliminación de los procesos de selección en escuelas y liceos, algo sobre lo que ya he escrito en columnas anteriores, citando otros estudios académicos. Sin embargo, lo más interesante y novedoso en el libro de Peal, para el lector no experto, es que se adentra también en el daño que han producido las ideas del ‘progresismo educacional’ en la sala de clases… en la forma que se está enseñando a los alumnos. Esta parte de su análisis es iluminadora en relación al debate sobre las ‘tareas para la casa’ que ocurre en el país actualmente.

La primera idea fuerza del ‘progresismo educacional’ es que el proceso educativo debe ser ‘centrado en los intereses del estudiante’ y por lo tanto debe ser relevante y entretenido. Esta idea se contrapone con la educación ‘tradicional’, en que el proceso educativo se basa en las exigencias de pruebas, exámenes, ejercicios y tareas, y de materias supuestamente irrelevantes.

La segunda idea fuerza en la visión progresista es que el profesor debe ser un facilitador del aprendizaje que motiva a las alumnas (os) a aprender por sí mismas, con búsquedas en internet, trabajos en grupo y proyectos, con lo cual las alumnas (os) adquieren conocimientos y, más importante aún, destrezas (skills). Esta idea, en que los conocimientos pierden prevalencia, se contrapone con los métodos de enseñanza tradicional en que el/la profesor (a) enseña a partir de lo que sabe.

La tercera idea fuerza en la visión progresista es que los estudiantes no deben ser sancionados por mal comportamiento o por no estudiar –por ejemplo, no existe la repitencia de cursos– vs. la visión tradicional que es vista como autoritaria y cruel, ya que descansa sobre la aplicación de premios y castigos.

Probablemente, y basados en nuestra propia formación, para la mayoría de nosotros la opción preferida debería ser un punto intermedio entre los métodos tradicionales y progresistas. Sin embargo, según Peal, el sistema escolar británico en las últimas cinco décadas se ha encuadrado firmemente en el paradigma progresista, lo que ha dañado la calidad.

Para probar su tesis del daño causado por el progresismo en la sala de clases, Pearl cita datos duros -particularmente del libro del australiano John Hattie Visible Learning (2009)- que demuestra la falta de eficacia de la enseñanza centrada en los intereses de los estudiantes y de las demás ideas del progresismo.

Por razones de espacio no me es posible extenderme sobre las argumentaciones de Peal. Para los que no se convencen con los argumentos y datos presentados, Peal provee una lista comprehensiva de referencias.

Pienso que este es un libro importante dado los debates actuales sobre la calidad de la educación en el país, que debiera ser leído por todos quienes tienen hijas (os) en la educación primaria y secundaria y les preocupa su formación. Ello les permitirá entender mejor los procesos educativos por los que están pasando sus hijas (os) e interactuar con los educadores con conocimiento de causa. En Amazon lo encontrará.