Reactivación y empleo, el caballo y el carro
Manuel Bengolea Gerente general Octogone Chile
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Manuel Bengolea
La teoría económica es relativamente simple respecto del crecimiento y su impacto en el empleo: a mayor crecimiento, mayor empleo. El rol de las expectativas en los empresarios y consumidores también es importante, puesto que su incremento tiene un efecto positivo en la inversión y el gasto de las personas. En los últimos meses, sin embargo, la evidencia empírica no coincide con la teoría. En efecto, las expectativas y el crecimiento han aumentado significativamente desde fines de 2017, no obstante, el empleo y los salarios muestran una situación poco favorable.
A pesar de que la calidad del empleo en lo que va de 2018 ha mejorado, la creación de puestos de trabajo se ha ido desacelerando y el crecimiento de los salarios se ha desplomado. Las remuneraciones después de IPC se están contrayendo, algo que no había pasado en 10 años, y el aumento nominal de los salarios es el más bajo desde enero de 2010.
¿Por qué la reactivación económica no se transforma en más empleo y mejores salarios? La respuesta podría estar en el impacto que han causado dos acontecimientos importantes: el primero es una legislación laboral que rigidizó el mercado en vez de flexibilizarlo, que es lo que cualquier experto en economía laboral, sin intereses político partidistas, sostendría; y el segundo es que la inmigración estaría aumentando la oferta laboral dispuesta a trabajar por menor compensación.
Es primordial que el gobierno tome las riendas antes de que este problema económico se transforme en uno político, puesto que de continuar la desaceleración de los salarios, el poder adquisitivo de los consumidores chilenos caerá hasta el punto de generar desencanto con el Ejecutivo y, huelga decir, ayudará a que los “vendedores de humo” y apostatas del modelo de libre mercado aprovechen la situación para sacar ventajas políticas. Si además suben en las encuestas de adhesión, podríamos tener nuevamente un ajuste de expectativas que golpearía la inversión y caer nuevamente en un ciclo negativo, como el experimentado en el gobierno anterior.
La depreciación del peso y la caída en el precio de las acciones en los últimos meses no son intrascendentes. Es más, ¿cómo explicar que el IPSA esté por debajo del máximo alcanzado a fines de 2017, a pesar de que las utilidades de las empresas que componen ese indicador han aumentado más de 50% en el último año? No pasará mucho tiempo antes de que alguien diga que “el chancho está mal pelado” y que los empresarios aumentan las utilidades a costa de exprimir a los asalariados, para luego ofrecer una legislación laboral más dura aún u otra soluciones mágicas fáciles de vender, aunque costosas para quienes pretenden proteger.
Este gobierno fue elegido, entre otras cualidades, por sus habilidades ejecutivas, algo en lo cual el anterior mostró ineptitud y desdén. Agreguemos que la memoria del votante es inestable —ya que es más fácil vender la ilusión de un futuro mejor repartiendo la riqueza generada por otros, que a costa del esfuerzo y sacrificio personal— y el descontento por los salarios y el empleo se visualizará.
Se deben tomar medidas que tengan impactos serios y significativos en productividad, mercado laboral e inversión, y eso pasa, parafraseando a Winston Churchill, por mirar al empresario como el caballo que tira el carro, no como el lobo que hay que abatir o la vaca que hay que ordeñar. El 80% del empleo lo dan las PYME y casi la totalidad de los emprendimientos parten como tales, por lo tanto, fortalecer el ahorro empresarial es básico para crear empleos de calidad. Llegó la hora de fortalecer y sacarle trote al caballo.