La política climática podría estar a punto de dar marcha atrás
Pilita Clark
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Pilita Clark
Pocos días después de que Donald Trump ganó las elecciones estadounidenses, yo me encontraba en la Conferencia de las Partes (COP, por sus siglas en inglés) sobre el clima de la Organización de las Naciones Unidas, en Azerbaiyán, donde me topé con el director de un grupo de estudios sobre el cambio climático que me dijo algo inesperado.
Me contó que su equipo estadounidense había adoptado las mismas directrices de comunicación que utilizaban en China, donde los grupos de investigación independientes actúan con cautela para evitar contrariar al régimen autoritario de Beijing. Su equipo estadounidense tenía que asegurarse de que todos los comentarios públicos fueran políticamente neutrales, y evitar cualquier maniobra que pudiera interpretarse como un ataque evidente a la administración.
No se trata solo de Trump. Elecciones en distintas partes del mundo en 2025 pueden producir una nueva generación de críticos de las cero emisiones netas.
Sus palabras fueron un recordatorio de lo rápido que ha cambiado la política climática en EEUU, donde se anticipa que Trump destruya una serie de logros medioambientales de la era Biden. Pero la COP de Azerbaiyán también puso de relieve que puede que EEUU no esté solo. Hay elecciones previstas o posibles en, al menos, otras cuatro economías importantes donde los partidos gobernantes relativamente verdes se enfrentan a rivales que quieren frenar, diluir o invertir la acción climática.
En Canadá, donde celebrarán elecciones en octubre, las encuestas muestran que el Gobierno liberal minoritario de Justin Trudeau está muy por detrás de los conservadores de Pierre Poilievre. Trudeau ha puesto en marcha una serie de medidas climáticas desde que fue elegido por primera vez en 2015, siendo uno de los principales impulsores de los recortes de emisiones. Las repetidas peticiones de Poilievre a “eliminar el impuesto” son fundamentales para su campaña, pue según él el impuesto al carbono está haciendo subir el precio de los productos de primera necesidad, a pesar de que está diseñado para ser neutral en cuanto a ingresos fiscales.
El mantra de la campaña de “eliminar el impuesto” les sonará familiar a los votantes de otro gran productor de combustibles fósiles, Australia, donde se celebrarán elecciones en mayo. Tony Abbott, el ex primer ministro, utilizó el mismo eslogan cuando llevó al poder a la coalición conservadora del Partido Liberal Nacional en 2013.
El plan de tarificación del carbono del anterior Gobierno laborista fue eliminado y el actual primer ministro laborista, Anthony Albanese, ha puesto en marcha una serie reformas a un plan para limitar las emisiones de las grandes instalaciones industriales.
El futuro de las energías renovables está presente también en otras contiendas. Mientras los votantes alemanes se preparan para unas elecciones anticipadas en febrero, las encuestas muestran que el favorito para sustituir al canciller de centroizquierda Olaf Scholz, bajo cuyo mandato la energía renovable ha experimentado un auge, es el líder de la Unión Demócrata Cristiana, Friedrich Merz.
Merz recientemente dijo que consideraba la energía eólica una tecnología de transición, y sugirió que las turbinas eran poco atractivas. Algunos de sus aliados quieren reactivar la energía nuclear.
Todos los partidos tradicionales están enfocados en los costos de la energía, especialmente desde que el apoyo al partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD en alemán) aumentó después de que el año pasado criticó los problemáticos esfuerzos de Scholz por promulgar una ley de calefacción doméstica. El AfD, que durante mucho tiempo ha criticado la acción contra el cambio climático, ocupa ahora el segundo lugar en las encuestas detrás de la alianza conservadora de Merz.
El ascenso de los populistas de derecha también está complicando los esfuerzos climáticos en Francia, donde el Presidente Emmanuel Macron acaba de nombrar a su segundo primer ministro en tres meses, en un año de turbulencias políticas.
Existen especulaciones de que se celebren nuevas elecciones de la Asamblea en 2025, una preocupante perspectiva para los defensores de la política climática ya preocupados por la influencia del partido de extrema derecha Agrupación Nacional (RN, en francés).
Aunque el RN ha apoyado el Acuerdo de París de 2015, también se ha opuesto a medidas ecológicas en transporte y energía que ayudarían a cumplir con los objetivos del acuerdo, y ha rechazado la “ecología punitiva”.
La situación no es del todo sombría. Las encuestas mundiales siguen mostrando que los votantes quieren más acción climática y que los Gobiernos nacionales no lo son todo. La energía solar y eólica, los coches eléctricos y el almacenamiento de energía en red han vuelto a crecer este año, sobre todo en los grandes territorios y estados.
Pero 2025 seguirá poniendo a prueba el ritmo de una carrera por la transición ecológica en la que, como dijo una vez el activista estadounidense Bill McKibben, ganar lentamente es lo mismo que perder.