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Columnistas

La Nueva Mediocridad

Rafael Ariztía

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 16 de octubre de 2014 a las 05:00 hrs.

Hay expresiones que se graban en la retina por lo bien que grafican un momento preciso. La retroexcavadora fue una de ellas y la que le regaló el Financial Times a la comitiva de gobierno que asistió al Chile Day en Londres esta semana, podría ser otra.

En su artículo titulado “Chile enfrenta una difícil venta a los inversionistas mientras el crecimiento se estanca”, el diario inglés señaló que Chile es el país que mejor encarna la “Nueva Mediocridad”. Habría que preguntarles si la frase tiene alguna relación con la coalición que nos gobierna o es sólo una coincidencia. Aunque dada la sutileza del humor británico, es posible que no sea casual.

Para el FT la ecuación que está conjugando Chile es simple. La suma de reformas estructurales lanzadas y el clima interno del país sólo están consiguiendo sacrificar crecimiento de corto plazo por una supuesta mayor productividad futura, la que puede tardar décadas en llegar, si es que llega. Esto nos condenará a un mediocre crecimiento de 2% este año y de 3,6%, con suerte, el próximo. Números por los que el ministro Arenas se felicita en Londres y espera que los inversionistas hagan lo mismo, pero que el diario británico considera, con justa razón, reflejo de la creciente mediocridad en las tasas de crecimiento de los países emergentes.

Más allá del crecimiento, la ironía del FT podría apuntar a algo más de fondo. ¿Podrá ser que Chile camine a transformarse en un país mediocre? En mi opinión no hay duda. Desde hace un tiempo, el ambiente político e intelectual nos llevan gradualmente hacia un estado de mediocridad, que no es otra cosa que la incapacidad como país de generar suficientes oportunidades para aquellos que más las necesitan: los jóvenes y los segmentos emergentes.

Lo que ocurre con la política local da algunas luces. Tenemos un clima político mediocre, en que abundan las consignas, pero escasea la reflexión y el debate serio. A lo largo de todo el espectro político y social, el rating de la calle es lo que manda, y salvo contadas y valiosas excepciones, nuestros líderes no lideran. Indicativo de esto es que la estrategia más importante del gobierno sea la de cuidar los silencios de la Presidenta. Chile echa de menos líderes que se atrevan a decir lo que piensan.

El ambiente intelectual imperante también nos habla de mediocridad. Se respira un aire de desconfianza hacia las personas, su inteligencia y su capacidad para decidir libremente. Hay una tendencia natural a resolver cada problema con una prohibición o con una intervención del Estado, como si las cosas fueran así de simples. Se asume que si algo es gestionado por el Estado, será bueno, eficiente y justo. El mismo Estado que no cumple bien sus obligaciones más básicas en seguridad, salud y educación, y que año tras año es castigado por la ciudadanía en cada encuesta de satisfacción de servicio, ahora se supone que administrado por ángeles bien intencionados será capaz de liderar el desarrollo del país en materias tan complejas como educación, salud, pensiones, etc.

Consustancial a lo anterior, es la soterrada condena al éxito que revela el ánimo anti empresarial imperante. ¿En qué otro país es popular ser emprendedor, pero condenable ser empresario? Todo empresario fue un emprendedor exitoso, y toda PYME quiere ser una empresa grande algún día. Condenarlos es simplemente castigar el éxito, y un país que condena el éxito está destinado al fracaso, a la mediocridad y a la envidia. Cuando la preocupación central es cómo repartirse una torta que otros crean, en vez de centrarse en cómo hacerla crecer, caemos en una mediocridad generalizada.

Pero la buena noticia es que el país es resiliente y sus ciudadanos son normalmente más sabios que sus gobernantes y sus líderes. Ello explica la reacción social contra la más mediocre de las reformas en curso: la educacional. Ello explica también que, por primera vez en nuestra historia, una reforma tributaria que aumenta los impuestos cuenta con una mayoría que la mira con desconfianza. Los chilenos nos están diciendo que se ven a sí mismos como contribuyentes y no como beneficiarios del Estado. Que aspiran a ganarse la vida y no depender de las prebendas de los políticos.

De esto debieran tomar nota nuestros políticos y líderes, porque más allá de si el FT quiso hacer un juego de palabras o no, el calificativo de “Nueva Mediocridad” define con precisión cuál es el estado actual de las cosas en Chile.

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