La empresa ante el populismo
Paula Valenzuela Gerente General Fundación Generación Empresarial
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Paula Valenzuela
No es una novedad afirmar que, en los últimos años, hemos sido testigos del resurgimiento de nacionalismos y populismos a ultranza en el mundo occidental. La desilusión ante el estancamiento de las capas medias y la desigual distribución de los costos y beneficios de la creciente globalización, junto con las ansiedades en torno a la desigualdad, el posible reemplazo laboral por automatización o por un mayor flujo migrante, han llevado a que cada vez más países voten por tener economías y sociedades proteccionistas.
Los populismos, que hoy ganan terreno y adhesiones, tienden a controlar más la producción y el comercio, a crear muros, fortalecer fronteras y aislar economías, polarizando todo a su alrededor. Y es que en lo más profundo de este fenómeno subyace un deterioro de los valores democráticos. Si bien en Chile no se ha sentido aún el impacto que observamos en otras latitudes, los altos índices de desconfianza, la baja participación electoral y el deterioro de las instituciones pueden ser un caldo de cultivo local para posibles retrocesos sociales, políticos y económicos en el mediano plazo. Esto debiera preocuparnos y ocuparnos.
Para las empresas, en particular, lo anterior implica serios riesgos estratégicos que podrían repercutir en la sustentabilidad. Cualquier restricción del flujo razonablemente libre de personas, bienes, servicios y capital, en un contexto de libre mercado, puede acarrear graves costos, menor crecimiento y pérdida de oportunidades. El deterioro de las condiciones del comercio libre a nivel internacional ya se siente, y una posible escalada de protecciones competitivas podría dejar a unos pocos ganadores y a muchos perjudicados.
Las empresas no tienen por qué ser simples espectadoras de estos procesos que les afectan profundamente. Es más, tienen una gran oportunidad para influir en la cultura nacional, especialmente en la de sus propios trabajadores, con miras a fortalecer valores democráticos. Estos van mucho más allá del mecanismo de las elecciones, pues dicen relación con la igual dignidad de las personas, el valor de la expresión de cada uno, la participación en mejorar la propia realidad, el respeto y aprecio de las diferencias, y la importancia del trato justo.
Entendido esto, las empresas pueden ser espacios más democráticos de lo que son actualmente, donde la prioridad sea construir una cultura corporativa que sitúe al ser humano en el núcleo de las decisiones corporativas. Una de las recomendaciones en esta materia, emanada del último Foro Económico Mundial en Davos, es integrar migrantes a las empresas, de manera inclusiva. Es decir, incorporándolos no sólo a los equipos de trabajo, sino a los espacios culturales y sociales, promoviendo el diálogo, el respeto y la valoración de la mirada distinta, que puede constituir un aporte sustancial.
La cultura de los lugares de trabajo, donde buena parte de los chilenos pasa parte importante de su tiempo, es un forjador eminente de la cultura nacional. Asumir un rol protagónico, desde la empresa, en estas materias es crucial cuando la democracia, los mercados libres, la apertura y el diálogo parecen estar en riesgo.