Política industrial
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José Miguel Benavente
Hace un buen tiempo que se viene escuchando que Chile debe diversificar su canasta exportadora. Muchas veces, sin embargo, no se menciona sobre el por qué de aquello. Existe evidencia de que una mayor diversificación haría al país más inmune a los vaivenes que presentan los precios de los bienes primarios en los mercados internacionales. También se ha argumentado que esta diversificación sería un reflejo de que estaríamos innovando más -en productos, y por ende dando mayor valor agregado a lo que producimos. Por otra parte, se sabe que países que lograron desarrollarse desde una base económica basadas en recursos naturales, sistemáticamente su canasta exportadora fue ampliándose en el tiempo. También sabemos que países con canastas productivas más diversas tienen sociedades más igualitarias pues las rentas asociadas al conocimiento se disipan entre más manos. La pregunta es cómo logramos expandir dicha canasta.
Muchos países, si no todos, lo han hecho focalizando esfuerzos públicos y privados en la búsqueda de sectores o productos que puedan convertirse en una ventaja competitiva en el mediano plazo. A veces dicha búsqueda se ha hecho revisando las evidentes potencialidades que tienen los países -basadas en sus ventajas comparativas, mientras que en otras ha sido más bien en base a un espíritu voluntarista.
De una u otra forma, siempre el Estado está presente en estos esfuerzos. Entregando apoyo a quienes desean crear nuevos productos o servicios, coordinando los esfuerzos que en forma aislada no logran conseguir las masas críticas necesarias, dando señales económicas y políticas sobre la relevancia de buscar nuevos sectores o productos. De igual forma, determinar si hay escasez de algunos insumos necesarios para que estos esfuerzos florezcan, tales como capital humano avanzado, infraestructura y financiamiento. Y en virtud de ellos, coordinar los esfuerzos para que exista una oferta de estos recursos faltantes, ya sea proveyéndolos directamente o solicitándolo a privados.
Todo estas acciones es lo que se conoce como política industrial moderna. Por qué decimos que se trata de política, pues en este contexto los precios no funcionan bien como señales para que los agentes económicos tomen sus decisiones. Y de allí la necesidad de contar con mecanismos que logren coordinaciones virtuosas, que algunos buscando su interés privado empujen el carro hacia el interés común. Es por ello que se hace necesaria una institucionalidad que capture y acoja las diferentes visiones, que balancee los intereses de los participantes evitando la captura por unos pocos.
La política de aranceles, que se usó en el pasado, no es política industrial en sí misma. Formó parte de un mecanismo más sofisticado que en algunas economías de mayor tamaño, con capital humano de alta calificación y sometidas a grandes crisis estructurales tuvo resultados interesantes. Pero Chile hoy está en otra situación. Mercados domésticos pequeños, con un gran déficit en capital humano y conocimiento tecnológico, y viviendo uno de los booms de commodities más intensos de que tengamos registro. Sabemos que situaciones similares no nos permitieron desarrollarnos hace ya un siglo. No volvamos a repetir el error.