¿En el camino se arregla la carga?
Jorge Selaive Economista Jefe Scotiabank y Académico FEN U. de Chile
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Jorge Selaive
Las últimas encuestas arrojan un triunfo indiscutido del Apruebo en el plebiscito de octubre. Más allá de las convicciones que llevan a cada individuo a elegir su opción, preocupan las expectativas por las que muchos han decidido votar a favor del proceso constituyente.
Que subirá el salario mínimo; que las pensiones serán similares al sueldo recibido durante su vida laboral; que se acabarán las colas en la salud pública; que no habrá más pobreza; que todos podrán acceder a una educación de calidad; que el Estado tendrá un rol productivo y eficiente. Esto es lo que ha hecho creer un fragmento importante de quienes van por el Apruebo. Efectivamente, los países ricos han alcanzado lo antes mencionado, sin embargo, ¿fueron esos factores los que les permitieron ser más ricos y equitativos? Causa y efecto no están claramente ligados en estas dimensiones. Más aún, esos indicadores de bienestar usualmente ocurren al mismo tiempo o posterior a lograr mayores niveles de riqueza.
Para otro grupo, más progresista y académico, que entiende la debilidad de las causalidades anteriores, el camino es mejorar los canales de distribución de la riqueza. Piden mayor complejidad industrial, apoyo y financiamiento al emprendimiento de última generación, mejor distribución de la propiedad empresarial, un mayor home bias en las inversiones de agentes institucionales, entre otros. Al más puro estilo capitalismo progresista.
Este grupo considera que crecer siendo exportadores de commodities es un síntoma de estancamiento o perpetua inequidad. Sin embargo, existen demasiadas experiencias exitosas de países que han logrado sociedades igualitarias y ricas exportando materias primas. Tampoco podemos esperar tener el próximo Facebook chileno, simplemente porque Corfo financie emprendimientos o investigación. Lamentablemente, Chile no cuenta con las herramientas educacionales necesarias ni con “capital social” para transitar rápidamente a escenarios como ése. Se corre el riesgo de entrar en un camino sin salida y, lamentablemente, por la inversión destinada, sin retorno. En cualquier caso, tienen el mérito de poseer “ideas” y sustentos para discutir y analizar en democracia.
Lo cierto es que existen visiones distintas entre quienes apoyan un cambio constitucional. Mientras unos quieren refundar, otros buscan mejorar. Este segundo grupo, que posee discursos técnicos, elaborados y difíciles de entender, es acallado por el clamor de una victoria arrasadora que el primer fragmento le refriega al levantar pancartas refundacionales. En el camino se arregla la carga, logremos la victoria, y luego avancemos y acordemos. ¡Gravísimo error!
A pesar de que experiencias recientes dan cuenta de que contamos con un votante exigente, con poca paciencia y cobrador perentorio de titulares de campaña, una gran mayoría ha adherido a este discurso populista. El problema es que las políticas de Robin Hood o al más puro estilo #RetiroFondosAFPs, con efectos de corto plazo, no serán financiables y esconden bajo la alfombra los costos que emergen a la vuelta de la esquina. Estos slogans calan hondo en el colectivo y son vistos con recelo por parte del algunos votantes que, estando por el Apruebo, no militan con la refundación.
Tiempos difíciles se avecinan si no se transparenta pronto lo factible y perdurable. Si el discurso populista sigue permeando, será muy difícil para el segmento moderado lograr mejores políticas cuando se vean sometidos al necesario delivery que exigen las actuales promesas. Sería más sano que levanten ahora la voz, incluso si eso significa colocar en jaque un eventual triunfo.