Así lo cree Peter Navarro, cerebro comercial de Donald Trump, en su columna en el Financial Times “Donald Trump’s tariffs will fix a broken system”. Navarro defiende apasionadamente los aranceles recíprocos como una “solución” al supuesto colapso del sistema de comercio internacional. El problema es que confunde diagnóstico con dogma y remedio con retroceso. Su propuesta no solo ignora la complejidad del comercio global, sino que socava uno de los pilares fundamentales del sistema: el orden internacional basado en reglas.
Navarro plantea que el déficit comercial de EEUU ha creado una “emergencia económica nacional” que justifica un giro proteccionista. Esta visión parte de un error básico: asumir que un déficit comercial es, por definición, un signo de debilidad. El déficit refleja múltiples variables, desde una economía basada en el consumo como la americana hasta la posición del dólar como moneda de reserva. De ninguna modo es un indicador de pérdida de soberanía ni de decadencia económica. Japón y Alemania, con superávits comerciales sostenidos más allá de fluctuaciones, no son más virtuosos; simplemente tienen estructuras productivas distintas.
“Basados en una retórica proteccionista que seduce políticamente, Trump y Navarro proponen sustituir un sistema imperfecto, pero basado en reglas, por un orden transaccional donde prima la ley del más fuerte”.
El asesor también acusa a la OMC de permitir un sistema “+sesgado” contra Estados Unidos. Pero omite un hecho clave: fue EEUU quien paralizó el nombramiento de jueces de la instancia de apelación desde el 2019, dejando el sistema de solución de controversias inmovilizado. Criticar una institución y luego sabotear su funcionamiento no es liderazgo, es oportunismo.
Las cifras también ponen en duda que Estados Unidos sea una “víctima” de la OMC. Como demandante ha ganado la mayoría de los casos, como fueron las disputas contra la Unión Europea en materia de subsidios a Airbus o contra China en materia de propiedad intelectual. La eventual falta de enforcement contra la sanciones no es un problema de la OMC, sino de voluntad política de los países.
Navarro también arremete contra la regla de la “nación más favorecida” (NMF), como contraria a los intereses de Estados Unidos. La NMF es un principio central del comercio internacional y fundamental para la expansión comercial de países medianos como Chile: evita discriminaciones arbitrarias y promueve condiciones de competencia parejas. Es cierto que existen prácticas desleales, donde EEUU se ha visto afectado, como subsidios encubiertos y barreras no arancelarias, pero éstas se enfrentan con reglas claras e instituciones efectivas, no con represalias unilaterales y arbitrarias que solo agravan la incertidumbre. El camino no es la revancha, sino la reforma.
Resulta peligroso plantear que el comercio internacional ha sido una transferencia masiva de riqueza desde EEUU al resto del mundo. Esa retórica que usa el nacionalismo económico como forma de reivindicación histórica, desconoce los beneficios que millones de consumidores y empresas estadounidenses han obtenido gracias al acceso a bienes más baratos, tecnologías globales y mercados externos.
Basados en una retórica proteccionista que seduce políticamente, Trump y Navarro proponen sustituir un sistema imperfecto, pero basado en reglas, por un orden transaccional donde prima la ley del más fuerte. Una antítesis del liderazgo histórico de Estados Unidos, promotor del libre comercio y la globalización.
El sistema de comercio internacional necesita ajustes. Pero no se arregla incendiando la casa, sino mejorando sus bases.