IA, emprendimiento y el factor humano
GINA OCQUETEAU Emprendedora
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GINA OCQUETEAU
La inteligencia artificial (IA) está cambiando nuestras vidas y la manera en que trabajamos y nos relacionamos en el día a día, eso es cada vez más claro. Un estudio de la Universidad Autónoma de México afirma que un 80% de las personas utilizan IA en su rutina habitual sin ser conscientes de ello, ya que incluso antes del masivo lanzamiento de Chat GPT, nuestros celulares la tenían incorporada. Un reporte de Grand View Research asegura que el tamaño del mercado global de la IA puede crecer un 37% hacia 2030, mientras que McKinsey proyecta para el mismo año la creación de 133 millones de nuevos empleos relacionados.
Usamos la IA para escuchar, ver y procesar audio e imágenes, reconocer patrones, realizar tareas repetitivas, planificar proyectos, resolver problemas y un sinfín de otras tareas. Pero no perdamos de vista que todos estos avances son posibles gracias a la creación de mentes humanas, y que una correcta integración de la tecnología no puede perder nunca de vista la necesidad de combinar la IA con el valor de las personas, considerando también los aspectos éticos.
“Avanzar a paso seguro requiere una evaluación de costo-beneficio y una mirada crítica acerca de lo que puede hacer la IA por nosotros, pero también lo que perdemos si nos dejamos llevar únicamente por lo que nos indica un programa”.
Pensemos, por ejemplo, en la IA aplicada al mundo del emprendimiento. Puede ser tremendamente útil para analizar datos cuantitativos y predecir las probabilidades de éxito de un proyecto, o para customizar productos y servicios logrando que tengan mayor aceptación en el público objetivo; incluso la IA puede ayudar a crear un plan de marketing y posicionamiento, ¿pero es esto suficiente para garantizar el éxito de una empresa?
La respuesta es no. Sin importar la cantidad de tecnología que incorporemos en los proyectos, se trata de un componente importante dentro de la ecuación, pero en ningún caso el único. Siguiendo con el mismo caso, si queremos conseguir emprendimientos exitosos que den paso a un ecosistema cada vez más robusto, la creación de redes y comunidades emprendedoras es clave para lograrlo y su composición es 100% humana, con personas dispuestas a entregar a otros consejos valiosos gracias a sus experiencias previas y así disminuir la ocurrencia de errores para empujar juntos esas nuevas ideas.
Es cierto que la inteligencia artificial está generando grandes transformaciones, pero antes de implementarla a ciegas, miremos lo que está pasando en otras partes del mundo. La Unión Europea se convirtió en la primera en proponer un marco regulatorio aplicable a la IA, sus distintas prácticas y el riesgo que esto supone para los usuarios. En EEUU, diversos expertos han levantado la voz respecto a la presencia de distintos sesgos, ya que la escasa participación femenina o de minorías en la creación de los algoritmos da como resultado premisas basadas en sólo un sector de la población. Qué decir de la privacidad de datos, la creación de noticias, fotos o videos que pueden apropiarse de la imagen de cualquiera para promover ideas o vender cosas que no son reales. ¿Dónde está el límite?
Avanzar a paso seguro requiere una evaluación de costo-beneficio y una mirada crítica acerca de lo que puede hacer la IA por nosotros, pero también lo que estamos perdiendo en cuanto a calidad humana si nos dejamos llevar únicamente por lo que nos indica un programa. Tanto en el emprendimiento como en cualquier otro ámbito, será crucial esa visión integral que ponga siempre por encima de todo a las personas y su valor en la interacción entre unos y otros.