Aumento desproporcionado del empleo público
Erik Haindl Decano Facultad de Negocios, Ingeniería y Artes Digitales U. Gabriela Mistral
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Erik Haindl
Una de las razones del insostenible déficit fiscal, que este año se estima en 3,1% del PIB, es el aumento desproporcionado del empleo del aparato estatal en los últimos tres años.
En efecto, según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el empleo total del sector público se acerca al millón de personas, que deben ser sostenidas por el resto de los trabajadores del país.
De acuerdo al INE, entre marzo de 2014 y junio de 2017 se han creado en total sólo 143 mil nuevos puestos de trabajo asalariados. De este total, 63 mil corresponden a la administración pública centralizada y 86 mil al sector salud y educación pública. El resto del sector privado vio disminuir los empleos asalariados en términos netos. Tan sólo el Estado ha creado nuevos trabajos asalariados en este periodo. Además, estos nuevos empleos estatales han estado bien pagados. Si se usa el índice de remuneraciones del INE, en los últimos doce meses los trabajadores del sector público han aumentado sus remuneraciones en 9,7% en contraste con el 4,4% de los trabajadores en general.
Hacia marzo de 2013, el gasto en personal del gobierno centralizado alcanzaba al 4,32% del PIB. A junio de 2017, este gasto ha aumentado al 4,83% del PIB. A esto habría que agregar los aumentos en la planilla de remuneraciones de la educación y de la salud pública, lo que fácilmente genera un incremento superior a un punto del PIB en personal estatal.
Estos US$ 2.500 millones anuales adicionales gastados en personal no se justifican ante una economía prácticamente paralizada, y no se han traducido en mayores servicios para las personas. Las colas en salud han aumentado a records históricos, los resultados en educación pública son deplorables, y la atención en los servicios centralizados del Estado no ha experimentado mejoras. Si en lugar de gastar estos recursos en contratar funcionarios que no se necesitaban, el Estado los hubiese dedicado a la educación, perfectamente pudo haber financiado su promesa de gratuidad. Si una parte se hubiese dedicado a los niños del Sename, se podría haber evitado varias tragedias. Si se hubiese invertido en mayores hospitales, equipamiento y médicos, las colas en salud podrían haberse reducido en vez de aumentar.
Al considerar al Estado como un botín de guerra, que sirve para ubicar parientes, amigos y clientela política, en puestos bien pagados y sin mucho trabajo que hacer, se generó una verdadera irresponsabilidad fiscal que tomará varios años en poder corregirse. Una buena parte del esfuerzo tributario que hizo el sector privado con la reforma tributaria terminó en la creación de puestos de trabajo redundantes, con nula productividad.