Elección 2021: lo que nos dicen los resultados
Eduardo Vergara B. Director ejecutivo de Chile 21
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Eduardo Vergara B.
A sólo semanas de que decidamos quién nos gobernará a contar de marzo, y dado el estrecho resultado de la primera vuelta, se instala una interrogante. Se enfrentan dos miradas sobre Chile. Este debate lo podemos tener con serenidad justamente porque nuestra democracia se sostiene sobre raíces fuertes. La interrogante es algo perfectamente normal en toda democracia. Estamos ansiosos por saber quién llegará a La Moneda.
La solidez de nuestra democracia no se puede subestimar. Si bien con claridad el sistema político ha dado gobernabilidad, al mismo tiempo no ha podido resolver en su totalidad heridas como la desigualdad, la justicia y que el crecimiento del país no sea sinónimo de equidad. A pesar de que muchos no los vieron venir, el descontento y el dolor se fraguaban. Todo estalló.
Para entender lo que viene es necesario hacer una lectura de los resultados de la primera vuelta. La tesis más evidente viene de quienes han querido leer los resultados como la consolidación de una derecha que crece como respuesta al llamado fin del octubrismo. En otras palabras, que el desgaste generado durante y post estallido decantó en que la gente recurriera a la derecha para cambiar el rumbo en busca de seguridad y orden.
Esta tesis es más bien un deseo que nace de un sector que quiere maximizar el tímido triunfo electoral que logró su plan B. Es un enfoque errado y peligroso, que instala una falsa lectura.
Un error similar al que cometió la amplia izquierda, al pensar que tras las críticas al Gobierno presentes en el estallido y el triunfo de la oposición en la composición de la Convención, el camino estaba pavimentado para asegurar su triunfo electoral en las presidenciales e incluso en el Congreso. Algunos esperaron un triunfo por goleada.
Nada de esto sucedió. La ciudadanía esta vez mandó una señal clara de que sus preferencias eran diversas y no veían en una sola candidatura el reflejo de sus sueños, solución a sus dolores y menos delegarles gobernar. El Chile post primera vuelta, al menos en lo electoral y mirando la nueva composición del Congreso, se parece más al país pre estallido. El ciclo electoral post estallido donde la derecha estaba reducida a menos de un tercio también duró bastante poco.
No hay que cometer el error de confundir los triunfos electorales con ser sinónimo de cambios profundos y menos de grandes olas restauradoras. Señales fuertes han venido desde los equipos de campaña, particularmente desde la candidatura de la amplia izquierda, sobre las certezas y seguridades que son necesarias para gobernar. Urge erradicar una serie de fantasmas que nutren las caricaturas que se montan en los extremos y que tanto mal les hacen al diálogo y entendimientos necesarios.
La construcción del futuro común nos obliga a agotar todos nuestros esfuerzos por dialogar más y escucharnos. A poner todas nuestras voluntades y en algunos casos, incluso hacer ciertos sacrificios para que al país le vaya bien. La pregunta es cuánta generosidad tenemos.