El termómetro hace rato que marca fiebre
Sergio Lehmann Economista jefe de Banco Bci
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Sergio Lehmann
El escenario económico, tanto desde el punto de vista externo como local, se ha tornado aún más complejo de lo que veíamos hace algunas pocas semanas. Como resultado, el tipo de cambio ha subido con fuerza, alcanzando máximos históricos -en términos nominales, por cierto-, pero aun corrigiendo por la inflación doméstica e internacional.
Es importante entender que el tipo de cambio es el principal mecanismo que tiene una economía para ajustarse al escenario. Opera al mismo tiempo como una suerte de termómetro de la economía: mientras más alto llega, la necesidad de adaptación es mayor, lo que además daría cuenta de un riesgo más elevado. Esto se traduce en una competitividad que mejora a través de una moneda más depreciada, llevando a mayores rentabilidades desde el lado de las exportaciones, mientras se busca contener las importaciones. Ello conduce a un nuevo equilibrio o estado de la economía.
“La economía chilena ha perdido potencia, llevando a un premio sistemático en el tipo de cambio de entre 100 y 150 pesos respecto del promedio que veíamos hace tres años”.
Pero, ¿por qué la temperatura de la economía ha subido y nos exige un ajuste? Para entenderlo, es importante hacer ver que el peso chileno está entre las monedas más depreciadas del mundo en los últimos 12 meses. Además de la alta inflación, producto predominantemente de los desequilibrios macro incubados en los últimos años, hemos visto un debilitamiento de los fundamentos de la economía, golpes sistemáticos al mercado de capitales, incertidumbre política, polarización social y un incremento en la violencia. Se suma a este peligroso cóctel el proceso constitucional, que ha elevado la tensión con propuestas refundacionales en lo político y judicial, así como en otros ámbitos esenciales del Estado, lo que ha generado incertidumbre, de acuerdo con lo recogido por diversas encuestas.
Es importante destacar, de cualquier manera, que el tipo de cambio reconoce no solo factores coyunturales, sino que también elementos de carácter estructural. Las malas políticas de los últimos años han llevado a un deterioro en el crecimiento de largo plazo, además de una caída en el ahorro doméstico, debilitamiento institucional y mayor fragilidad en las cuentas fiscales. Esto lleva a que nuestro termómetro mostrará de forma permanente que la economía local ha perdido potencia, llevando a un premio sistemático en el tipo de cambio de entre 100 y 150 pesos respecto del promedio que veíamos hasta hace tres años.
Frente al alza desenfrenada del tipo de cambio, el Ministerio de Hacienda anunció la venta de 5.000 millones de dólares, buscando contener esta dinámica. Una suerte de paracetamol que busca bajar la fiebre. Pero esto solo lleva a controlar los síntomas del deterioro económico y social que hemos acumulado en los últimos tres años. La infección sigue ahí.
Para corregir y llevar la economía hacia una senda sana y robusta, es urgente recuperar los fundamentos que permitieron los grandes avances de las últimas décadas. Mientras no entendamos esta cuestión fundamental y algunos sectores continúen atrincherados en dogmas y prejuicios, el termómetro seguirá marcando una alarma. Si continuamos horadando nuestras instituciones, arriesgamos que la enfermedad avance y terminemos con una economía coja, que le cueste avanzar o incluso se detenga ante síntomas que la terminen golpeando de forma irremediable.
Esto podrá ser evitado solo en la medida en que recobremos el sentido común y pongamos la mirada en el largo plazo, buscando entre todos acuerdos para construir cimientos sólidos.