Juan ignacio Brito

El silencioso voto conservador en América Latina

Juan Ignacio Brito Profesor de la Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos, U. de los Andes

Por: Juan ignacio Brito | Publicado: Miércoles 5 de octubre de 2022 a las 04:00 hrs.
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Aunque América Latina se ha escorado hacia la izquierda en los últimos años, el voto conservador sigue gozando de buena salud en la región. Así lo demuestran el desempeño de Jair Bolsonaro en Brasil y el rechazo al proyecto constitucional en Chile. Se trata de un electorado disperso y de difícil clasificación, pero con una potencia que se manifiesta con mayor intensidad cuando percibe amenazas al sentido común o a un estilo de vida arraigado en la tradición, los símbolos patrios y las costumbres. Una fuerza capaz de llegar a ser mayoría en cualquier momento, si es bien encauzada por líderes hábiles y carismáticos.

Consistentemente, sin embargo, este grupo es mal representado –incluso menospreciado– en las encuestas y el discurso social. Habría que preguntarse por qué ocurre. La respuesta más probable es que la izquierda ha llegado a dominar el discurso público, lo cual hace que quienes optan por una visión conservadora prefieran esconder su postura y solo manifestarla en el secreto de la casilla de votación.

“Pese a que el discurso hegemónico progresista califica de ‘ultraderechistas’ o ‘extremos’ a quienes resisten la oleada ‘woke’ identitaria importada de países desarrollados, el voto conservador sigue siendo muy fuerte en la región, como demuestra la elección en Brasil”.


He ahí el desafío para el liderazgo de esa mayoría silenciosa. Porque sus miembros a menudo lucen apocados, acomplejados de mostrar sus inclinaciones verdaderas, asustados de ofender a quienes dominan el medioambiente cultural a través de las comunicaciones masivas, la presión de empresas y entidades globales y la narrativa cada vez más unilateral. El discurso hegemónico califica de “ultraderechista” o “extremo” a quienes resisten la oleada “woke” identitaria importada desde los países desarrollados, proponen aplicar la ley sin miramientos contra criminales y narcos, cuestionan la representatividad de los “movimientos sociales” y postulan que la inmigración debe ser regulada.

Lo llamativo es que, pese a todo, el voto conservador sigue siendo muy fuerte en América Latina. El caso brasileño debe hacer reflexionar a la derecha de la región. Bolsonaro es, quizás junto a Álvaro Uribe en Colombia, el único líder de ese sector que ha decidido salir a confrontar a la izquierda y a discutirle en el sustantivo ámbito de la cultura, al crear un movimiento que hace pocas concesiones y no renuncia a forjar una mayoría político-cultural propia.

Aparte de denunciar a la izquierda, Bolsonaro ha hecho lo posible por evitar un acercamiento con lo que en Brasil se llama el “centrao” (“gran centro”), una mazamorra de partidos venales que se ofrecen al mejor postor. Cuando el PT de Lula se aproximó al centro y sus partidos (principalmente el PMDB) terminó corrompido como ellos, primero a través de pagos a sus legisladores (el “mensalao”) y luego por medio del escándalo originado en Petrobras.

Bolsonaro ha tratado -no siempre con éxito- de no ceder ante los moderados ímprobos de su país y se ha esforzado por promover la creación de un movimiento propio que resista el progresismo y la alianza entre el centro y la izquierda postulada por Lula da Silva. El candidato del PT, quien salvó de la cárcel por cuestiones de procedimiento, es sin duda uno de los grandes protagonistas de la descomposición ética de la política latinoamericana reciente.

Aunque quizás pierda el gobierno, a Bolsonaro no le ha ido mal con su apuesta. Obtuvo una muy respetable votación y su sector se impuso en las parlamentarias y varias gobernaciones estaduales. Si tiene paciencia y persevera, Jair Bolsonaro, el capitán de Ejército al que todos han mirado en menos, puede terminar convirtiendo su intuición en una alternativa a todas esas derechas latinoamericanas que bailan con la música y al ritmo que les impone el discurso dominante.

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