El Día Internacional de la Mujer
Ayer celebramos, una vez más, el Día Internacional de la Mujer. Es una buena oportunidad para mirar atrás y reflexionar sobre las conquistas...
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Ayer celebramos, una vez más, el Día Internacional de la Mujer. Es una buena oportunidad para mirar atrás y reflexionar sobre las conquistas alcanzadas en los últimos años por este grupo que, para el temor de algunos hombres, ya representa más del 50% de la población del planeta. Es evidente que los avances y reformas obtenidos por el sexo femenino son notables. Muchas nociones que hace 100 años eran impensables hoy ya forman parte de nuestra idiosincrasia y nos parecen obvias. ¿Alguien considera que la mujer es inferior al hombre en cuanto a dignidad? ¿No nos parece evidente que tengan derecho a votar y a elegir sus autoridades? ¿Hay quién se oponga seriamente a que reciban una educación tan completa como los hombres? ¿No vemos como algo absolutamente normal y bueno que las mujeres participen cada vez más activamente en el mundo laboral, político y cultural, aportando a la sociedad desde áreas distintas, y adicionales al tradicional cuidado de los hijos y el hogar?
Todo lo anterior es muy positivo, y es de plena justicia que se nos lo reconozca. Sin embargo, en el camino recorrido se ha incurrido en errores y excesos que aún estamos a tiempo de corregir. Excesos, en el sentido de arrogarnos más derechos que en realidad nos corresponden. ¿Puede una mujer tomar una píldora posiblemente abortiva, o matar al niño que espera, esgrimiendo su “derecho a la autodeterminación sexual” o el “dominio sobre su cuerpo”? ¿Le da el solo hecho de ser mujer, a diferencia del resto de los mortales, facultades para disponer de la vida de otro? En un ámbito distinto, ¿se justifica, por ejemplo, el establecimiento de cuotas mínimas de mujeres para cargos públicos, en desmedro de personas mejor calificadas que ellas para desempeñarlos? ¿Estamos acaso las mujeres por sobre el mandato constitucional de la “no discriminación”? Y así podríamos ver otras cosas en la sociedad que en vez de favorecer a la mujer terminen perjudicando al sistema, si no hacemos las cosas bien.
Llevamos más de un siglo dando una loable pelea para alcanzar el reconocimiento de nuestros derechos y nuestra dignidad. Por eso no podemos tener licencia para vulnerar abiertamente los derechos de los demás.