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Columnistas

Educación, calidad y desarrollo

En Chile han proliferado alternativas universitarias con altos niveles de deserción y...

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 10 de noviembre de 2011 a las 05:00 hrs.

En Chile han proliferado alternativas universitarias con altos niveles de deserción y numerosos graduados que no encontrarán trabajo en aquello que estudiaron. Esto es, una carga económica excesiva para un 70% u 80% de los hogares, calidad insuficiente y baja pertinencia. El mercado falla, en este caso, porque existe una aguda “asimetría de información” entre demandantes y oferentes de educación superior. La insuficiencia informativa se agudiza cuando un alto porcentaje de los postulantes son los primeros en acceder a la educación superior en sus hogares y empeora cuando los maestros han perdido una parte significativa de su autoridad y de su capacidad de orientación.



Si las entidades de educación no tienen como misión central entregar una formación de calidad adecuada, es improbable que ella se asegure en el mercado, exceptuando los establecimientos que atienden a la elite. Allí es donde aparece el rol distorsionador del lucro.

Pero el mercado también está fallando por nuestra incapacidad para construir nuevas ventajas comparativas (dinámicas) a partir de una visión realista y consensuada del país que podemos llegar a ser, para tener una idea más precisa sobre lo que el país requerirá, en términos de cuadros científicos, profesionales y técnicos, en diez, quince o veinte años más.

Por el contrario, nos vamos haciendo cada vez más dependientes de exportaciones concentradas en unos pocos productos básicos estandarizados. Ello está en el origen de la excesiva gradualidad e inercia institucional que caracterizan al tema educacional.

El movimiento estudiantil rechaza el lucro en la educación, insiste en la necesidad de avanzar hacia la gratuidad para todos (aunque se ha insinuado la aceptación de cierta gradualidad), plantea la necesidad de un aporte basal adecuado para las universidades estatales, un incremento en la subvención escolar, la desmunicipalización y el desarrollo de un sistema nacional de educación superior técnico-profesional. El gobierno no cree que deba haber una mayor presencia de establecimientos estatales y reconoce a regañadientes que el lucro está prohibido en la educación universitaria. Insiste en que la cuestión de fondo es el aseguramiento de la calidad de la educación, sea ella estatal o particular y ofrece avances regulatorios vía superintendencias. En cuanto a la gratuidad, reafirma la focalización de los subsidios y su complementación con créditos más baratos, una solución que se percibe insuficiente para el tercer y cuarto quintiles.

El tema es que el aseguramiento de la calidad basado sólo en dispositivos regulatorios puede resultar poco efectivo en un mercado como éste, dadas las condiciones en que operan el Estado y los ciudadanos “de a pie” en nuestro país. Lo hemos visto una y otra vez en diversos mercados cruciales. Nada sustituye un empoderamiento adecuado de los ciudadanos-usuarios. Parecería posible alcanzar acuerdos en la des-municipalización, en el aumento radical de las subvenciones escolares, la extensión gradual o inmediata de las becas de educación superior, a quintiles como el tercero o, incluso, el cuarto, y créditos complementarios con intereses aún más bajos.

De todas maneras, es crucial regular, antes, los aranceles, la calidad y la pertinencia de los cupos ofrecidos. Pero no se observa mucho movimiento en esta dirección y el proyecto de Presupuesto 2012 no reconoce la importancia del punto de inflexión que se requiere introducir en el desarrollo del sistema educacional.

Lo que está en juego es, la posibilidad de avanzar hacia una sociedad más abierta, en que se ofrezcan oportunidades efectivas a través de un sistema educacional más integrado y solidario, una sociedad en que la desigualdad sea menor y el éxito más legítimo. Una sociedad en la que nuestra gente sea nuestra principal ventaja comparativa.

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