Economía chilena e innovación energética
LUIS LARRAÍN Libertad y Desarrollo
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LUIS LARRAÍN
Siempre es interesante escuchar a José Luis Daza. Su conocimiento técnico y experiencia práctica de las finanzas internacionales agrega mucho valor al estudio de los ciclos de la economía mundial.
Pero la última exposición que le escuché a José Luis en un taller en Libertad y Desarrollo me sorprendió porque no fue esta vez su análisis de mercados financieros lo descollante, sino su mirada de lo que está pasando en el mundo con la innovación en materia energética y los efectos que puede tener sobre la economía mundial y la geopolítica.
“El Gobierno ha definido una política nacional del litio que entrega al Estado la gran mayoría de los derechos de explotación, un Estado que no sabe nada de litio y avanza lento”.
Todos hemos escuchado acerca del potencial del hidrógeno verde y energías limpias, y el impacto que pueden tener en el desarrollo. También se afirma que Chile está en una posición interesante para aprovechar esta tendencia, aunque hay menos precisión a la hora de estimar cuánto tiempo falta para que estemos en condiciones de transformar ese potencial en riqueza, monetizando la producción de energía verde. Parte de las dudas se originan en la complejidad técnica que implican el almacenamiento, transmisión y transporte de este tipo de energías.
José Luis Daza nos entregó nueva información relevante en el tema. Por ejemplo, el enorme potencial de la fusión nuclear controlada, a través de procesos como la ignición, que en etapa experimental ha conseguido una reacción en laboratorios de California que podría llevar a producir energía en cantidades prácticamente ilimitadas con la sola ayuda del sol. Cerca de Oxford en Inglaterra se avanza en la misma dirección. Falta experimentación para precisar el momento en que habrá producción económicamente rentable, pero José Luis nos contaba que ya hay cientos de empresas y fondos en Estados Unidos invirtiendo en esta nueva fuente de energía, con la expectativa de producirla masivamente en una década más.
Es lo que pasó con el gas y petróleo de esquistos (shale), que en una nueva revolución industrial transformaron en menos de 15 años a EEUU en el mayor productor de petróleo del mundo y el mayor exportador de gas. Esto cambia dramáticamente el balance de poder mundial. Europa, llena de regulaciones, quedó fuera de la carrera de los esquistos y sufre una dependencia energética brutal, exacerbada por presiones ecologistas. EEUU, Rusia y China avanzan con independencia energética.
Otra revolución en ciernes es la inteligencia artificial. Según un artículo del WSJ, un tercio de los 8 mil centros de datos están en EEUU. Ese país y Taiwán dominan la producción de chips de alta velocidad, carrera en la que también participa China. El problema es que estos desarrollos son altamente intensivos en energía. Se estima que la IA sobrepasará la oferta de energía basada en tecnologías limpias y las potencias tendrán que revisar sus procesos de descarbonización, que suponían menor demanda energética.
También avanza la electromovilidad. Nuevamente EEUU y China están a la cabeza, mientras Europa se queda atrás. Chile tiene altas expectativas por el uso de litio en las baterías de automóviles eléctricos, pero su velocidad en aumentar la producción es baja. El Gobierno ha definido una política nacional del litio que entrega al Estado la gran mayoría de los derechos de explotación, un Estado que no sabe nada de litio y avanza lento.
La vía más tangible para participar en uno de los polos de la innovación mundial en materia energética se le escapa de las manos a Chile porque la ideología de los gobernantes aplica la política del perro del hortelano: no come y no deja comer.