Existen temas en que los economistas tenemos visiones distintas, a veces contrapuestas, por cercanía con las ideas de una determinada corriente o escuela de pensamiento. En cambio, un asunto que genera un consenso amplio es que la apertura comercial y el comercio internacional basado en las ventajas comparativas mejora el bienestar de los países. Los ejemplos son abundantes e incluyen, por ejemplo, las experiencias de Singapur, Hong Kong, Corea del Sur y, por supuesto, Chile.
Que la apertura comercial mejore el bienestar de los países no quiere decir que todos ganen al integrarse al abrir sus economías. La evidencia muestra que, en las últimas décadas, los mayores perdedores han sido los trabajadores de la industria manufacturera en diversas latitudes, debido a la irrupción de los bienes producidos en China o en otras economías de Asia.
“La incertidumbre de política económica es más alta hoy que en el peor momento de la pandemia. La caída de las bolsas, de los precios de las materias primas y de las tasas revela que el riesgo de una recesión global ha aumentado”.
Pero también hay ganadores. Ganamos todos los que nos beneficiamos con la disponibilidad de bienes de consumo diversos y a menores precios. Y también ganan todas las compañías que pueden acceder a una mayor cantidad de insumos más baratos, junto con llegar a una demanda varias veces mayor que la interna. La apertura comercial es un juego de suma positiva, porque las ganancias superan ampliamente las pérdidas de los sectores que no logran sobrevivir frente a la competencia externa.
El anuncio del denominado Día de la Liberación, en el que EEUU implementó aranceles generalizados con un piso de 10%, se puede entender como una forma de compensar a los trabajadores industriales de ese país de los costos de la apertura comercial.
Es una decisión que apunta, supuestamente, a hacer justicia frente al daño que le ha hecho el libre comercio a la industria norteamericana, donde hay una gran masa de votantes de Donald Trump. Por eso no importó que la decisión signifique un retroceso de 100 años en la política comercial americana. Tampoco que hubiese tratados de libre comercio firmados.
Para ser justos, el proceso de desglobalización no parte ahora, sino que partió con la crisis financiera global de 2008, se expandió durante la primera administración Trump y luego con la pandemia, cuando algunos países consideraron que la dependencia de otros países ponía en riesgo la seguridad nacional.
Sin embargo, los costos de los anuncios del 2 de abril están siendo muy altos y seguirán aumentando en la medida que otros países tomen represalias. Así como es claro que la apertura comercial es un juego de suma positiva, el proceso inverso que está en curso es un juego de suma negativa. El mundo y EEUU pierden. La incertidumbre de política económica es más alta hoy que en el peor momento de la pandemia.
La caída de las bolsas, de los precios de las materias primas y de las tasas de interés revela que el riesgo de una recesión global ha aumentado de forma significativa. En este contexto, ¿qué debe hacer Chile? Usar la diplomacia con EEUU, pero también seguir fortaleciendo su apertura comercial, sus instituciones y sus mecanismos de protección frente a shocks externos.