DF Pensiones | Reforma a las pensiones: ¿puentes o trincheras?
Alejandro Ferreiro, exsuperintendente de pensiones
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Alejandro Ferreiro
En los últimos años se han acumulado diagnósticos, estudios y propuestas. Dos proyectos de ley (Bachelet, 2017 y Piñera, 2018) han abordado el asunto. Ha llegado el tiempo de la responsabilidad político legislativa y de las soluciones. El actual sistema está descalibrado. Su tasa de cotización (10% del salario) es notablemente inferior a la necesaria para financiar las pensiones que los chilenos esperan en un contexto en que el aumento de las expectativas de vida y la caída, aparentemente estructural, de la rentabilidad de las inversiones hace imperativo aumentar el esfuerzo de ahorro. La inclusión, aún incompleta, de los trabajadores por cuenta propia, debe reforzarse, como también los incentivos a postergar la edad de jubilación de modo simétrico al aumento de la longevidad de la población.
Junto a un mayor ahorro individual, el Estado deberá aumentar su aporte en el futuro. Al actual pilar solidario se destina cerca del 1% del PIB, lo que es bajo en perspectiva internacional. Esto es, incluso, cerca de un 20% menos de lo que se destina a financiar el déficit del sistema de pensiones de las FF.AA y Carabineros. La progresiva caída en el pago de bonos de reconocimiento y pensiones del sistema civil antiguo libera recursos que pueden destinarse a un pilar solidario más robusto, solidario y fiscalmente sustentable, cuyo diseño de largo plazo está ahora en debate.
Los proyectos de ley del actual y anterior gobierno son diferentes, pero no están en las antípodas ni parecen irreconciliables. Sus principales diferencias (destino y gestión del 4% de cotización adicional, fuente de financiamiento y estructura de beneficios del reforzado pilar solidario) admiten consensos posibles y equidistantes. La vocación de negociar para legislar debiera inspirarse en un doble reconocimiento: primero, que en las actuales circunstancias, la peor reforma es la que se siga postergando y, segundo, que un sistema de pensiones debe sumar a un buen diseño técnico, apoyos sociales y políticos amplios. Por ello, las lógicas puramente técnicas y las basadas en maximalismos o extremos ideológicos de todo signo, deben ceder espacio al compromiso político legislativo para viabilizar una reforma pronta, pero duradera.
Cuando los problemas se acumulan y las soluciones se postergan, la política frustra a la ciudadanía. Cuando la deliberación democrática revela una polarización estéril y paralizante, se termina alimentando la peligrosa ilusión autoritaria o populista. Si, por el contrario, se prefieren los acuerdos posibles al voluntarismo inviable y excluyente, los países avanzan con solidez, inclusión y eficacia. La reforma a las pensiones será un buen examen para revelar qué inspira más a nuestros gobernantes y legisladores: la lógica de los puentes o la de las trincheras.