DF Conexión Asia | Japón: ¿confiando en la “fuerza bruta”?
CRISTIÁN FAÚNDES Periodista, Magíster en Seguridad y Defensa, Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos
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CRISTIÁN FAÚNDES
El Gobierno del premier Fumio Kishida aprobó romper con una larga tradición presupuestaria. No se trata de un arranque momentáneo de confianza, sino que refleja la urgencia de Japón por desarrollar músculos que le permitan asumir las nuevas condiciones del escenario estratégico regional: Tokio decidió duplicar el presupuesto nacional de defensa.
Estados Unidos celebró la medida, pero es difícil asimilar esta noticia con jolgorio. El compromiso de Japón con la paz ha sido una constante, incluso un principio de identidad, luego de la Segunda Guerra Mundial. El nivel de destrucción material que provocó el conflicto en el teatro de operaciones del Pacífico, y la atroz pérdida en vidas humanas, tuvieron como punto cúlmine las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. A partir de este legado se implementó una política económica restrictiva en materia de defensa, que limitó el presupuesto del sector a un 1% del producto interno bruto, a lo largo de las siguientes siete décadas.
“Con la nueva política presupuestaria, Tokio duplicará su gasto militar. Estamos ante un hito que marcará la historia de Japón y del escenario estratégico del Asia-Pacífico”.
El límite presupuestario fue suprimido en diciembre último, por lo mismo, existen amplios cuestionamientos sobre el eventual fin del pacifismo nipón. La nueva política anunciada responde a la percepción de amenaza proveniente de China, Corea del Norte y Rusia. Pretende dar forma a un acucioso plan de cinco años para mejorar las capacidades de respuesta militar en territorio japonés y de proyección de la fuerza a países vecinos. No existe ningún indicio de agresividad por parte de Japón, sin embargo, si a futuro inicia un proceso de militarización, los expertos señalarán este momento como el punto de partida.
Estamos ante un hito que marcará la historia de Japón y del escenario estratégico del Asia-Pacífico. Con la nueva política presupuestaria, Tokio duplicará su gasto militar, alcanzando el 2% del PIB, en línea con los países de la OTAN. Sin embargo, en virtud de las dimensiones de su economía, el conglomerado de islas se convertirá en el tercer país con mayor desembolso bruto en el sector, después de EEUU y China. En definitiva, este cambio en un punto porcentual reviste gran trascendencia en el posicionamiento estratégico que podría alcanzar Japón en el mediano plazo.
Este salto implica, a lo menos, dos desafíos inmediatos. Primero, convertir el dinero en verdaderas capacidades que permitan disuadir hipotéticas agresiones. Segundo, adaptar la práctica de la diplomacia acorde a la potencia militar. En materia de política exterior, la exigencia será pasar del desarrollo de “soft power” a la aplicación de “smart power”.
El factor tiempo será una variable interviniente en el proceso de transición, en vista de las declaraciones que el canciller Yoshimasa Hayashi emitió en Washington, en julio del año pasado. En la ocasión encendió las alarmas al postular que, respecto del comportamiento de China en el Indo-Pacífico, cobra fuerza la “lógica de la fuerza bruta” por sobre el imperio de la ley.