DF Conexión Asia | El dragón en aprietos
Alejandro Guin-Po Economista senior LarrainVial Asset Management
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Alejandro Guin-Po
Este será el Año del Dragón, una criatura mítica especial en la cultura china que, en una conjunción de cualidades positivas, resalta la magnificencia, el poder y la fortuna. En consecuencia, cada doce años el dragón marca un boom cíclico en nacimientos, inscripciones de nuevos negocios y un optimismo generalizado.
Este ánimo es especialmente relevante para un 2024 desafiante, porque el año pasado dejó a China con la confianza de los consumidores en sus niveles más bajos en varios años y se ha mantenido inmutable ante las diversas señales de mayores estímulos que han impulsado infructuosamente las autoridades. Entre otras razones, las fallas en el sector inmobiliario y una sucesiva caída en las principales bolsas de valores han sido su expresión más patente, junto con una inversión extranjera directa en mínimos de varios años.
“¿Cómo es que China podrá salir de su compleja situación económica? La respuesta requiere, más allá de impulsos económicos, de un creíble compromiso de la cúpula política para retomar la receta del éxito chino”.
Desde los mercados, los inversionistas se han mantenido con un pesimismo sostenido. Según diversas encuestas –destacando la Global Fund Manager Survey de Bank of America–, la subponderación en acciones chinas se mantiene en niveles similares a 2015, a su vez que las asignaciones de portafolio buscan una exposición “cubierta” a China, que ha apostado por mercados no chinos, pero que se puedan beneficiar de una eventual recuperación como son América Latina y Asia Emergente.
¿Cómo es que China podrá salir de esta situación y aprovechar este potencial ciclo renovado de optimismo en un año del dragón? La respuesta requiere, más allá de impulsos económicos, de un creíble compromiso de la cúpula política para retomar la receta del éxito chino.
Primero, revertir o aminorar las señales de desconfianza política y social. Desde la consolidación de Xi Jinping en el poder, las acciones de la autoridad han sido confusas y han mermado la confianza del consumidor. Más aún, el clima para los extranjeros se ha deteriorado, como dejan en evidencia las tensas relaciones con Taiwán y con el bloque occidental de naciones.
Segundo, transparentar la situación del sector inmobiliario, una de las mayores incógnitas para los inversionistas privados. Como ha documentado Financial Times, los datos macroeconómicos y resultados de algunas empresas son resguardados celosamente por las autoridades, quienes se han limitado a mantener la liquidez suficiente para que el sistema siga operando.
Finalmente, mejorar las condiciones para el crecimiento de largo plazo. En parte, estas condiciones ya se están impulsando con políticas pro-natalidad, pero más importante aún, con una adaptación de trabajos enfocados a una población de mayor edad. Por otro lado, ha existido una fuerte campaña enfocada en la adopción de tecnologías e innovación, cuyo producto más tangible ha sido un boom de producción de vehículos eléctricos que ha tenido una penetración no sólo local, sino que también internacional.
China tiene poco tiempo para llevar a cabo estas mejoras. Si bien su posición como segunda mayor economía la convierte en un actor global clave, el protagonismo de India junto con los otros tigres como Vietnam, Corea del Sur e Indonesia hace que sea indispensable diseñar e implementar planes de forma rápida y eficaz. Adicionalmente, la presión no es sólo internacional, sino que también los jóvenes chinos –más informados, educados y conectados– están exigiendo que se cumpla el llamado a la “prosperidad común” que tanto enfatiza el mandatario chino. Sin estos cambios, el dragón indudablemente seguirá en aprietos.