DF Conexión a China | Inversiones internacionales chinas: una compleja evolución
SERGIO DIEZ Socio del Asia-Pacific Desk de Cariola Diez Pérez-Cotapos
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SERGIO DIEZ
A fin de entender la mentalidad de los empresarios chinos (particulares y estatales) que se abrieron al mundo exterior a partir de los años 90, tenemos que entender el camino recorrido.
Casi todos los códigos y leyes que rigen hoy en China fueron promulgados en los últimos 20 años: su primer código civil es de 2020; el de procedimiento civil (2021); la ley de bancos (2015); la ley de sociedades anónimas (2006) y la de inversión extranjera (2019).
“Los inversionistas chinos que se abrieron camino al mundo exterior a partir de los años 90 se parecían muy poco a los de hoy en día”.
A fines del siglo pasado, China inicia su conquista de los mercados internacionales como política de Estado. La estrategia estaba clara: adquirir empresas productivas y en lugares claros y predeterminados: Asia, Norteamérica, Europa, Medio Oriente, América Latina y África, en ese orden.
El vehículo eran compañías estatales chinas, joint ventures con compañías privadas o mediante el financiamiento a inversionistas privados chinos a través de sus bancos, como el China Bank, China Construction Bank, Banco de Desarrollo Chino o Banco Chino de Exportaciones e Importaciones. El monto de sus recursos disponibles rondaba los US$ 160 mil millones cada año, pero sus criterios de inversión no siempre respondían a enfoques comerciales.
No fue fácil. Salvo excepciones, los inversionistas chinos no hablaban el idioma de sus socios extranjeros, no entendían la cultura, la lógica del mercado ni los principios más elementales del derecho. No sabían lo que era una sociedad, un capital, un domicilio o un representante.
En las licitaciones públicas surgían más problemas. Querían negociar directamente con el Estado; solicitaban extensiones de plazos, tardaban en traducirlo todo al mandarín; su proceso de autorizaciones corporativas era eterno, sus apoderados cambiaban con demasiada frecuencia; los procesos de due diligence eran limitados e incomprensibles, pues no entendían las costumbres del mercado ni el idioma.
Una vez adquirida la inversión, las complicaciones recién empezaban. Se enfrentaban a problemas de propiedad intelectual, ambientales y laborales, todos totalmente desconocidos para ellos, ya que la normativa local en origen, a este respecto, era casi inexistente; lidiaban con el tipo de cambio, con un solo canal de exportación. Lo anterior sumado a la lejanía de los centros de control, a la mala o deficiente administración local y a decisiones equivocadas por desconocimiento de la cultura local.
El resultado en los comienzos no fue nada bueno, y terminaron enfrentados a la justicia local por infracciones a la propiedad intelectual, a las normas de libre competencia, a las normas laborales, regulatorias etc. Sin mencionar estafas comerciales y problemas con los socios locales.
Han pasado 30 años y China es otra, como también lo son sus inversionistas: todos hablan no solo inglés fluido, sino que el idioma local; son partes sofisticadas que se han adaptado a las culturas locales; y son muy buenos negociadores, con una cultura de intercambio que es milenaria.
Pero han sido necesarias estas tres complejas décadas para llegar a eso.