Conectando a Chile con el mundo: nuestro camino para el desarrollo
Hoy en la ciudad de Boston, en la esquina de Main y Vassar, se está construyendo el futuro. Allí, separados por una calle...
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Hoy en la ciudad de Boston, en la esquina de Main y Vassar, se está construyendo el futuro. Allí, separados por una calle se encuentran el centro de inteligencia artificial del Massachusetts Institute of Technology (MIT), el Instituto McGovern de investigación del cerebro humano y los laboratorios de genómica de varias empresas. El valor de lo creado en esa esquina supera el PIB de varios países y ha generado cientos de nuevas compañías, que en menos de cinco años han multiplicado por diez sus ventas. En este lugar se unen esfuerzos públicos y privados y se conecta el capital humano más sofisticado del planeta. De esta manera Estados Unidos está transformado su economía, produciendo bienes y servicios creados por la imaginación, en lugar de sólo comercializar átomos ya existentes en la naturaleza.
Si Chile quiere alcanzar el desarrollo debe realizar esta misma transformación, pero crear una esquina como la de Main y Vassar fue una tarea que tomó varias décadas y no tiene mucho sentido tratar de replicarlo, ya que, a pesar de poder destinar sustanciales recursos financieros para ello, nos encontraríamos con una gran restricción: la cantidad de mentes brillantes disponibles actualmente en el país no es suficiente. Ahora bien, esto no significa que estemos condenados a ser meros espectadores de este proceso. Por el contrario, podemos tener un papel relevante para el desarrollo de nuestra economía, en la medida que podamos conectarnos con estas redes y centros de excelencia mundial.
Esta conexión debe realizarse en varios ámbitos. Uno de ellos es la realización de investigación conjunta entre nuestros profesores universitarios y los que trabajan en las mejores universidades del mundo. Un ejemplo de ello es el programa Misti -entre el MIT y universidades chilenas- bajo cuyo alero hoy se realizan 21 proyectos conjuntos y llegan estudiantes del MIT a trabajar por cerca de un año a instituciones chilenas. Un programa similar se desarrollará con Harvard gracias al acuerdo firmado con el Ministerio de Economía la semana pasada.
La atracción de centros de excelencia de categoría mundial a nuestro país es otro paso clave. Gracias al apoyo de Corfo, en los últimos dos años se han llegado a Chile el centro alemán Fraunhofer, enfocado en biotecnología, el centro australiano Sciro, especializado en la minería, el centro francés Inria, que trabaja con tecnologías de información y próximamente llegará el centro holandés Wageningen, dedicado a los agroalimentos. Estas instituciones ya han publicado avisos en diarios chilenos para contratar doctores, postdoctorados e investigadores para sus áreas de estudio, los que trabajaran codo a codo con los científicos traídos por estos centros a nuestro país.
Un tercer ámbito es, prácticamente, la duplicación de chilenos que habrán obtenido su grado de doctor en las mejores universidades del mundo. Evidentemente, no todos ellos podrán volver a la academia y de hecho, es deseable que un fracción creciente se dedique a la investigación en los centros de I+D, que podrán constituir las empresas privadas al amparo del nuevo incentivo tributario para investigación y desarrollo, que entrará en vigencia en septiembre próximo. Queremos que esos centros estén conectados con sus equivalentes en el resto del planeta.
De esta manera, estamos dándole mayor densidad a la conexión científica de nuestro país con el resto del mundo, lo cual -junto con el incremento paulatino de los recursos públicos y privados dedicados a I+D-, acelerará nuestra incorporación a la sociedad del conocimiento y nos permitirá hacer realidad el sueño del presidente Piñera, de convertir a Chile en el primer país desarrollado de Latinoamérica.