Con orgullo por nuestras ideas
“No al lucro”, “Fin a la educación religiosa”, “Estatización”, “Matrimonio homosexual”, “Educación gratis para todos”, “Fin a los colegios y universidades particulares”...
“No al lucro”, “Fin a la educación religiosa”, “Estatización”, “Matrimonio homosexual”, “Educación gratis para todos”, “Fin a los colegios y universidades particulares”. ¿Le suena? Si ha abierto algún diario o prendido la televisión en las últimas semanas, seguro que sí. Estas y otras consignas han marcado el debate político y lo han hecho con fuerza.
Y, sin embargo, muchos de ustedes al escucharlas se habrán llevado las manos a la cabeza y habrán comentado lo absurdas y obsoletas que están entre sus amigos, compañeros y familiares. Seguramente tienen razón.
Para cualquiera que se ponga a pensar en serio -más cerca del sentido común que de la ideología- será obvio que el lucro es legítimo aunque deba ser fiscalizado, que la educación queda trunca sin una dimensión trascendente, que el Estado sólo debe actuar cuando la libertad y los medios de las personas no son suficientes, que el matrimonio es entre un hombre y una mujer y que a la familia debemos protegerla porque ahí nacen nuestros niños, que la educación debe ser gratis para aquellos que teniendo los méritos no pueden pagarla y que el que puede debe pagarla, que la privatización es motor y no tranca del desarrollo, y que los colegios y universidades particulares son prueba viviente de ello.
Pero en las calles escuchamos lo contrario y desde el gobierno y sus partidarios, si bien vemos la decisión de no transar en lo más fundamental tampoco vemos una decisión de salir a proponer con audacia, de negociar comenzando por lo que de verdad se necesita y no por el mínimo. De alguna manera los sucesos de estas últimas semanas nos recuerdan que no basta con un gobierno que comparta algunas de nuestras ideas... hace falta algo más. En términos futbolísticos, estamos jugando de visita y sólo con la defensa: llegó la hora de llevar el debate a nuestra cancha y jugar de locales y para eso no basta con defenderse, hay que jugar pensando en salir campeones.
Chile necesita una generación que apueste por un cambio cultural, por ganar la batalla de las ideas. Y tal como nos lo enseña la experiencia estadounidense el motor de este cambio es la sociedad civil. Necesitamos centros de estudio, fundaciones, universidades, movimientos sociales y políticos que asuman con liderazgo y convicción la tarea de gestar este cambio cultural. Porque es desde la sociedad civil desde donde hay que pensar y difundir el proyecto de una sociedad verdaderamente humana. De lo contrario, podremos ganar en las urnas, pero seguiremos jugando en un estadio ajeno.