Comprar vacunas
Tomás Sánchez V. Investigador asociado de Horizontal, autor de “Public Inc.”
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Tomás Sánchez V.
Las declaraciones del Gobierno sobre la Instalación de la planta de Sinovac nos recuerdan las clases de economía que a muchos no les gusta escuchar. “A Chile le conviene comprar vacunas, no producirlas”, fue lo que se dijo de una u otra forma. Un epíteto neoliberal para algunos, y apegado a la lógica económica para otros. Tal como David Ricardo formulara siglos atrás, a los países les conviene especializarse y comerciar.
Sin embargo, la teoría económica también nos ha enseñado que conviene invertir para especializarnos, lograr ser más competitivos, y así, que a otros países les convenga comprarnos a nosotros. Y acá es cuando viene la pregunta relevante: ¿Nos convenía hacer esfuerzos necesarios para que Sinovac se instalara en Chile? Muchas voces de la oposición apoyaron esta tesis dando vuelta las clásicas posiciones. Mientras la izquierda levantaba las manos diciendo “que el mercado opere”, desde la derecha se escuchaba “El Estado debió ocuparse para que tal empresa se instalara en nuestro país”.
“Chile no tiene una política de Estado para promover el desarrollo económico y potenciar la productividad, justo cuando más la necesitamos. El crecimiento no respondió a la suerte, sino a una estrategia deliberada. Hoy toca hilar más fino”.
Sin duda las posiciones en blanco y negro van quedando en el pasado, pero las versiones encontradas nos recordaron que Chile no tiene una política de Estado para promover el desarrollo económico y potenciar la productividad, cuando más la necesitamos. Tal como en los años 90 la apertura comercial al mundo nos dio un empujón de crecimiento notable, esa diferenciación frente a otros países se agotó cuando todos adoptaron la misma política. El crecimiento no respondió a la suerte, sino que a una estrategia deliberada. Hoy toca hilar más fino, identificar nuevas oportunidades, crear instancias de gobernanza público-privadas apropiadas, y plantear incentivos para promover nuestra competitividad con una mirada a largo plazo.
¿Por qué debiéramos esperar que se desarrolle virtuosamente la industria del litio, del hidrógeno verde o de las vacunas en nuestro país? ¿Tenemos la regulación, el capital humano, el conocimiento, o las cadenas productivas necesarias? ¿Cómo disminuimos los costos de descoordinación y de transacción en la creación de un ecosistema industrial complejo? Acá no corremos solos, en cada industria estamos compitiendo con Australia, Canadá o Colombia, que están haciendo sus propios esfuerzos para atraer el capital y talento necesario. El mercado funciona: inversiones y personas van donde hay mejores condiciones.
Tal como tenemos un mecanismo claro para la evaluación social de proyectos a la hora de decidir la construcción de un puente, o existe un proceso de consulta técnica y trabajo conjunto con sectores específicos al abordar un proyecto de ley, deberíamos tener claros cuáles son los instrumentos financieros que alineen los incentivos de los actores, y las instancias de coordinación necesarias.
Hoy el mundo enfrenta tres grandes tendencias que le están cambiando la cara al planeta: la inteligencia artificial, el cambio climático y la creciente hegemonía de China en el comercio mundial. ¿Cómo aprovechamos la capacidad de generar energía limpia a bajo costo? ¿Cómo se adaptarán las industrias agropecuarias frente a nuevas temperaturas? ¿El 17% del gasto público que invertimos en educación está preparando a los jóvenes para el 2050 o para 1980? ¿Cómo balanceamos la inversión desde diferentes países evitando ser rehenes del poder económico de algunos?
Si no les damos respuesta a estas preguntas, sin duda seguiremos comprando vacunas.